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Editorial

Hay sectores de la población que caen debajo de la línea de la pobreza o se elevan por sobre ese nivel, según los vaivenes de la economía nacional. En general, estas mediciones se basan en el ingreso de las familias. Pero hay una pobreza estructural, que afecta a un porcentaje importante de la sociedad, que es mucho más difícil de remover y que se puede verificar según criterios que van más allá del ingreso, indagando también en el acceso a condiciones mínimas de habitabilidad de sus viviendas. Por ejemplo, si cuentan o no con baño.

La pobreza estructural no es responsabilidad de un gobierno en particular, sino de todos los gobiernos, que no han sabido, no han podido o no han querido atacar las causas, también estructurales, que generan esta situación. Según las estadísticas oficiales, más de 6 millones de personas viven en casas que no tienen baño, lo que afecta algo así como al 13% de los hogares del país o al 15% de los argentinos. Este déficit se manifiesta particularmente en zonas rurales o en asentamientos de las ciudades, es decir, zonas no urbanizadas. En términos porcentuales, la región más afectada es el Norte argentino (NOA Y NEA).

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Más de 6 millones de personas viven en casas que no tienen baño, lo que afecta algo así como al 13% de los hogares del país o al 15% de los argentinos. Más de 6 millones de personas viven en casas que no tienen baño, lo que afecta algo así como al 13% de los hogares del país o al 15% de los argentinos.

La carencia de baño trae aparejado un alto riesgo de contraer enfermedades, entre las que se cuentan diarreas, infecciones de distinto tipo, parasitosis y problemas en la piel. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, anualmente se reportan alrededor de un millón de casos de diarrea aguda –pueden ser muchos más, si se tiene en cuenta que hay un subregistro-, que es una de las causas principales de mortalidad infantil. Un espacio adecuado para la higiene personal y familiar evitaría un alto porcentaje de estos casos.

Hábitat para la Humanidad es una ONG que trabaja en la problemática. Juan Juri, que es el responsable en Argentina, señala que “la principal forma de acceder a la vivienda en los barrios populares es a través de la autoconstrucción, donde el baño termina siendo la última prioridad por una cuestión de costos. Muchas veces los baños quedan afuera de la vivienda o se construyen como letrinas, y esto además sucede fuera de la trama urbana, donde no hay acceso al agua, cloacas, ni saneamiento que garantice que los desechos no terminen en lugares que contaminen las napas. Es un círculo vicioso en el que se daña la salud de las personas y la percepción respecto a sus viviendas”.

Aunque insuficientes, siempre hubo programas de infraestructura urbana financiados por el Estado parea ir subsanando progresivamente el problema. Estas iniciativas se han restringido de un modo drástico a partir de la decisión del actual gobierno nacional de paralizar la obra pública, por lo que el financiamiento de este tipo de construcciones ha quedado en manos de provincias y municipios, pero el impacto es mucho menor. Mientras no se retomen los programas de construcción de módulos de baños y de erradicación de letrinas, es probable que el porcentaje de personas afectadas se incremente, con el consiguiente aumento también de enfermedades asociadas a esta carencia.

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