No se han tenido noticias sobre alguna respuesta de las autoridades al reclamo del personal del área de Salud Mental del Hospital San Juan Bautista por un colapso del sistema que los llevó a solicitar que se declare la emergencia.
“Como se ha transmitido en reiteradas ocasiones, la demanda en salud mental en este nosocomio se ha incrementado exponencialmente en el último periodo, excediendo al personal asistencial y a las condiciones de infraestructura, recursos y presupuesto”, señalaron en una carta abierta en la que enumeraron los emergentes más severos de la crisis: consumos problemáticos, intentos de suicidio y suicidios consumados, violencia en general (las intrafamiliares y de género en particular), crisis subjetivas, fragmentación social, duelos.
Los profesionales advierten que el aluvión de consultas que reciben “dan la alarma en un carácter permanente, señalando que los abordajes preventivos no son suficientes”.
“El servicio no filtra: recibe usuarios y usuarias con y sin cobertura de obra social, con y sin recursos económicos para costear gastos, de la Capital, del interior, en tránsito, derivados desde otras instituciones y organismos, tanto de salud como de la Justicia. Ante esto, se torna imposible responder adecuadamente, debido a la falta de políticas públicas que posibiliten y habiliten otros tratamientos y dispositivos que sirvan de complemento y formen parte de la red necesaria para abordar esta crisis”, describieron. No dudaron en calificar a la situación como catastrófica.
Mauricio Arce, integrante del equipo de Salud Mental del nosocomio, señaló que “la demanda es muy alta y la red de servicios no puede contenerla en lo ambulatorio, lo que genera múltiples internaciones”, en una conferencia de prensa de la que participó también personal del Hospital de Niños Eva Perón.
Es un problema social gravísimo al que los responsables políticos no parecen asignar relevancia.
Que el personal del sistema público haya tenido que salir a manifestarse para visibilizarlo es un síntoma de desesperación tanto como un reflejo autodefensivo: serán los primeros en quedar en la línea de la crítica en caso de que se produzca algún hecho grave.
El caso de Benicio, un niño que sufría epilepsia y murió luego de ser trasladado en condiciones precarias desde el hospital de San Martín al de Niños, en la Capital, mostró lo ligeras que son las autoridades para sacudirse culpas de lomo y cortar el hilo por lo más delgado cuando la tragedia conmueve a la opinión pública.
El Ministerio de Salud no se hizo cargo de las carencias que impidieron atender a Benicio como correspondía y anunciaron una investigación interna para determinar si se habían cumplido los protocolos. Aún no se sabe el resultado de estas supuestas indagaciones.
El personal de Salud Mental está sometido a presiones muy particulares y peligrosas. Son depositarios del sufrimiento emocional de quienes acuden a ellos, deben asimilarlo, controlar sus propias emociones e impulsos para actuar con profesionalismo. Considérense los ejemplos que desgranaron en el planteo público y se tendrá una dimensión de lo conmocionante de la tarea que tienen.
Suicidios, adicciones, violencia; gente en la cornisa de su resistencia psíquica o desbordada.
Si es tremendo anímicamente en circunstancias normales, es de imaginarse con el sistema en colapso y la capacidad de respuesta superada por la demanda. Es humanamente imposible desempeñarse con solvencia.
Esto es lo que está advirtiendo el personal de Salud Mental. Es una situación límite, que demanda respuestas acordes a su incidencia social.