Los que nunca tuvieron dengue quizás no hayan incorporado el ABC que adquieren a cachetazos las cientos de personas que se infectan cada día y hacen cola en las guardias hospitalarias del país. En realidad, más que un aprendizaje es un fantasma: que las plaquetas bajen y no remonten rápido, y las tan temidas hemorragias internas y externas asociadas a esa situación. En estas líneas y con lenguaje llano, por qué puede ocurrir todo eso.
El concepto “plaquetas” se popularizó mucho en este abrumador brote de dengue. Sin entender realmente qué son, muchos repiten que “te chequean las plaquetas cada un par de días” o “primero te bajan las plaquetas pero después de una semana ya deberían repuntar”. Ir al trasfondo de estos fenómenos no responde a un ocioso regodeo intelectual sino que el conocimiento suele empoderar al paciente inseguro y temeroso por su pronóstico.
Cualquiera que se haya hecho un hemograma puede revisar su propio recuento de plaquetas y chequear el “estado de salud” de esta pata fundamental de la sangre, famosa por ser la que vehiculiza la cicatrización cada vez que nos lastimamos.
Para decirlo de modo técnico, las plaquetas fomentan lo que se conoce como hemostasia primaria. En concreto, desencadenan un mecanismo clave para la vida: la llamada cascada de coagulación.
Quienes en este punto hayan empezado a atar cabos entre “dengue”, “plaquetas” y los riesgos de una mala coagulación y, en consecuencia, un potencial cuadro hemorrágico, están en lo cierto, pero siempre pensando en los cuadros graves de dengue (son los menos), que en general (no siempre) están asociados a una segunda infección producida por un serotipo de dengue (existen cuatro) distinto del que ya se contrajo en el pasado.
Una cienfífica del Malbrán observa ejemplares de mosquitos en un microscopio. Foto: ReutersDentro de los parámetros normales, las plaquetas oscilan entre 150.000 y 450.000 por milímetro cúbico de sangre. Sin embargo, esos valores podrían derrumbarse en un cuadro infeccioso como el que produce este virus.
En dengue grave hemorrágico, esa caída puede ser estrepitosa y tocar las enflaquecidas 10.000 plaquetas por milímetro cúbico, un déficit que técnicamente se llama trombocitopenia.
Otra vez y para bajarle un cambio al tono alarmante, no es la mayoría de los casos. Pero como la gravedad de la enfermedad es impredecible, amerita desactivar (con limpieza y descacharreo todo el año) cuanto criadero de Aedes Aegypti esté a nuestro alcance.
Retomando la importancia de las plaquetas en todo esto, el proceso infectivo arranca con un interesante dato de color: las características particulares de la saliva del mosquito.
Dengue, el puntapié de la saliva del mosquito
Por las dudas, conviene recordar que la sangre está compuesta por distintos tipos de células: glóbulos blancos (que pueden ser monolitos, linfocitos, neutrófilos, eosinófilos, basófilos y macrófagos), glóbulos rojos (eritrocitos) y, por supuesto, plaquetas, que en realidad son pedazos de células más grandes llamadas megacariocitos, producidos por la médula ósea.
Pero volvamos a lo que Jorge Quarleri, “virólogo”, bioquímico doctorado en Microbiología e investigador Principal del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS), llamó “saliva mágica del mosquito”.
“Cuando un mosquito se alimenta y transmite la infección -si es que está infectado- necesita que al acceder a un vaso sanguíneo para succionar sangre, la cascada de coagulación no se desencadene. ¿Cómo logra eso? Su saliva posee sustancias anticoagulantes que ayudan a su alimentación”, explicó.
Y no solo eso: las sustancias anticoagulantes de la saliva del Aedes también condicionan el accionar natural de las células de la zona de la picadura, que obviamente deberían dar lugar a una respuesta inmune (nuestros soldaditos se defienden de un patógeno que quiere ingresar al cuerpo…), pero la «saliva mágica» cancela esa posibilidad. En palabras de Quarleri, “la modificación de la respuesta inmune local ayuda a que el virus esté más tranquilo dando sus primeros pasos”.
El pasaje de ese momento a las plaquetas es una acumulación de capítulos que componen una película. Un filme que podría titularse “la muerte acelerada de las plaquetas”.
El dengue y la muerte de las plaquetas
Hasta acá hay un virus que atraviesa las compuertas de nuestro organismo gracias a la saliva poderosa del mosquito (anticoagulante y combativa). Como el virus no es un ser vivo, precisa, para multiplicarse, la estructura de las células que va infectando.
Blood samples from volunteers are handled in the laboratory at Imperial College in London, Thursday, July 30, 2020. Imperial College is working on the development of a COVID-19 vaccine. Scientists at Imperial College London say they are immunizing hundreds of people with an experimental coronavirus vaccine in an early trial after seeing no worrying safety problems in those vaccinated so far. Dr. Robin Shattock told the Associated Press that he and colleagues had just finished a very slow and arduous process of testing the vaccine at a low dose in a small number of participants and would now be expanding the trial to about 300 people, including those over 75. (AP Photo/Kirsty Wigglesworth)Esa “colonización” (en la que la carga viral empieza a subir y van apareciendo los primeros síntomas de la infección) es posible por la habilidad del virus de replicarse en el interior de distintos tipos de células. Entre ellas, las plaquetas.
Cuando el dengue las infecta, produce algo que, como en muchas otras patologías, no es malo en sí mismo sino que se vuelve perjudicial por estar exacerbado: un proceso llamado activación plaquetaria.
Según Quarleri, este proceso no solo es normal (en parámetros lógicos) sino que es frecuente en distintas infecciones, “como las que producen el virus dengue, el HIV, el virus de la influenza o el de la hepatitis C, entre otros”.
En concreto, “cuando se activan las plaquetas, lo que hacen es liberar su contenido», compuesto por unos reservorios de proteínas y citoquinas llamados gránulos.
En palabras del científico, la consecuencia de esa liberación es que “aumenta la permeabilidad vascular”. Es decir que se genera un cambio en las células endoteliales, que son las que tapizan los vasos sanguíneos. Esto “favorece que el componente acuoso de la sangre -o plasma- se derrame hacia los tejidos”.
El mosquito Aedes Aegypti, vector del virus del dengue. Foto ArchivoDesde ahí sigue un efecto dominó interesante, pero no muy bueno, y es que “se produce una hemoconcentración porque las células de la sangre empiezan a ‘nadar’ en un menor volumen de plasma”.
A la vez, “como se liberaron citoquinas que poseen propiedades quimioatrayentes, se favorece la llegada de glóbulos blancos, lo que fogonea toda la inflamación”, detalló.
Así es como, la activación exacerbada que genera el virus acelera la muerte de las plaquetas. En el final de esta película, la persona podría terminar con un cuadro de trombocitopenia.
Qualeri, un detallista en lo suyo, lo explicó: “Trombocito significa plaqueta. Y penia, dismunución. Los trastornos de la coagulación pueden conllevar a los fenómenos de sangrado importante que ocurren cuando toda esta miniserie ha avanzado lo suficiente”.
Por fin, como las plaquetas son fragmentos de células más grandes, no tienen núcleo, lo que genera que no puedan dividirse ni, por ende, regenerarse. Para que «levanten» de nuevo, la médula ósea debe «trabajar» y generar nuevas. Se explica así que los pacientes con dengue deban hacer chequeos médicos frecuentes. Con las plaquetas a la baja, la infección por dengue es el momento menos óptimo para lastimarse y lo ideal es guardar reposo.
PS