• El Ancasti >
  • Edición Impresa >
  • Opinión >

Algo en que pensar mientras lavamos los platos

Rodrigo L. Ovejero

Es posible que uno de estos días esta columna tenga un sentido, una razón de ser o una finalidad. Algo, en definitiva, que la eleve de la mera concatenación de unas quinientas palabras impresas en el diario de la fecha, de ser un conjunto de párrafos a la deriva sin ton ni son. Este no va a ser el día, por supuesto, pero esté atento, señor lector, pues podría llegar en cualquier momento (o no).

Lee además

En todo caso, no está mal que algo no tenga sentido, y de hecho nos embarcamos en empresas sin sentido mucho más a menudo de lo que queremos creer. Una revisión concienzuda de nuestras acciones tendría por resultado, a mi criterio, que una desoladora mayoría de ellas carecen de los fundamentos o motivos que les atribuimos (es por eso, entre otras razones, que no se recomienda el estudio de nuestras conductas).

En mi opinión, la metáfora perfecta de tantas actividades que los humanos emprendemos bajo una falsa ilusión de sentido la escribió Roberto Fontanarrosa, en su cuento “¿Nunca has corrido detrás de un imposible?”. En el relato en cuestión el protagonista acomete la titánica tarea de seducir a la mujer que le gusta, armado únicamente de sus sentimientos y limitaciones (las mismas armas con las que todos los hombres nos vemos una y otra vez enfrentados al misterio del amor). El intento amoroso se desarrolla con dificultades, sin fluidez, y termina entrando definitivamente en la zona del fracaso cuando el protagonista advierte que afuera del bar en el que se encuentra con su amada un perro persigue a los autos que pasan por la calle, sin las precauciones mínimas de distancia y velocidad, de tal manera que su muerte parece inevitable cada vez que se acerca a un vehículo.

El protagonista del cuento no lo advierte, pero el lector sí: su intento de seducción no tiene más perspectivas de éxito que el del animal persiguiendo autos en el impiadoso asfalto, ambos se encuentran luchando contra fuerzas superiores a sí mismos, el paralelismo entre ambos es una lección de vida. Quizás un antecedente literario tiene lugar en “El mundo según Garp”, de John Irving, en el cual el personaje del título suele perseguir automóviles sin una razón muy valedera y con resultados vanos en cada ocasión en que los alcanza.

Sin embargo, estos primeros párrafos, que parecieran condenar la realización de acciones sin sentido, son más bien todo lo contrario, un elogio de los esfuerzos sin recompensa o motivo aparente. Tantas veces uno corre detrás de una pelota que sabe fuera de su alcance, tantas veces intenta aprender algo fuera de sus posibilidades. Lo importante es seguir haciendo cosas sin cálculos previos, sin certezas ni expectativas, no puedo explicar por qué, pero siento que es muy importante nunca dejar de hacer cosas que no sirvan para nada, como un perro que persigue un auto.

Te Puede Interesar