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viernes, 4 octubre, 2024

Pasión iconoclasta

viernes, 4 de octubre de 2024 01:11

La corriente iconoclasta surgió allá por el siglo VIII y sus primeras víctimas fueron las imágenes y monumentos religiosos. No había, como podrá advertirse, un rédito concreto, una ganancia o un beneficio derivado de la acción. El objetivo era precisamente destruir símbolos para causar daño, para lesionar afectiva y sentimentalmente a quienes sí reconocían en esas imágenes algo sagrado. Es una actitud que el Gobierno nacional emprende con fervor y, en menos de un año, muestra un tendal de ejemplos contundentes. Por mencionar uno, la eliminación del Salón de las Mujeres en la Casa Rosada. ¿Qué beneficio real le reportó eso a Javier Milei o a su gestión? Ninguno. Se trata de un objetivo más llano, un mensaje. Se trata de destruir símbolos, de lesionar a otros, de asumir una postura agresiva para intentar debilitar a quienes reconoce como enemigos.

Sólo en ese contexto puede explicarse la decisión de cerrar la Casa de la Moneda, que fue fundada en 1875 y tiene la fábrica abierta desde 1881. La Casa de la Moneda es una empresa pública perteneciente al Estado, dependiente del Ministerio de Economía, encargada de la impresión de billetes y acuñación de monedas de curso legal. También imprime estampillas, pasaportes, formularios oficiales y medallas, bajo estrictas normas de seguridad. Milei hizo campaña prometiendo dolarizar la economía, esto es, eliminando el peso, aunque la propia Constitución Nacional lo prohíbe. Asumió y devaluó la moneda 120 por ciento, quitándole más de la mitad de su valor para penuria de los argentinos, que reciben sus salarios en pesos. Pero no es suficiente: necesita humillar más y llevar a la moneda nacional al nivel de un residuo, por eso le bajarán la persiana a la emblemática Casa. El despido de quienes trabajan allí es lo que menos parece importar. 

Seguirán usándose billetes, que los imprimirá algún privado o, mejor para los planes oficiales, se importarán. Así se arrastrará la moneda nacional lo suficientemente bajo como para generar satisfacción a la fuerza gobernante. Como sea, los iconoclastas como Milei no suelen tener éxito. Así como toda prohibición se convierte en estímulo, la historia enseña que apuntar con tanto ensañamiento a la simbología, por lo general, la refuerza. Por el año 700, León III ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de la Virgen María y, especialmente, de los santos. Trece siglos después, claramente es más fácil encontrar imágenes de Jesús y María que de León III, cuya cara la mayor parte de la humanidad desconoce.

El Esquiú.com

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