El viaje de la intendenta Susana Zenteno se convirtió en un escándalo institucional de proporciones porque, según todo parece indicar, cuando se ausentó del acto oficial del 25 de Mayo en el departamento Valle Viejo, el argumento esgrimido fue una indisposición de salud, y la próxima noticia que se tuvo de ella, revelada merced a una publicación en redes sociales de su hija, fue que disfrutaba de vacaciones en República Dominicana. No estaba enferma, sino de paseo.
La noticia de la presencia de la jefa comunal chacarera en las paradisíacas playas se conoció el martes. Junto con el presunto engaño de su estado de salud se reveló que no se había realizado el trámite administrativo imprescindible de notificación de su ausencia para que se activaran los mecanismos sucesorios al frente del municipio.
Recién dos días después de estallado el escándalo, y sin que en el medio se relate formalmente qué era realmente lo ocurrido, hubo varias explicaciones informales respecto de lo sucedido, pero hasta el cierre de nuestra edición ninguna oficial que diera verosimilitud a la supuesta legalidad de la sucesión municipal ante la vacaciones de Zenteno. Las explicaciones informales, por otra parte, exhibieron una orfandad notable, pues adujeron omisiones involuntarias y correcciones sobre la marcha pero, claramente, extemporáneas. Es decir, se concretaron en la Secretaría de Gobierno del municipio entre el lunes y martes, cuando ya hacía rato que la intendenta disfrutaba junto a su familia del espléndido sol caribeño.
Lo cierto es que cualquier persona medianamente razonable puede inferir que tal vez hubo una intención de encubrir el viaje y que el papeleo se realizó recién cuando el escándalo tomó estado público. Además, que la probable intención de encubrir el viaje obedece a que no sería bien visto por los ciudadanos de Valle Viejo, lo cual es más argumento para haber desistido del periplo centroamericano que para andar mintiendo como chicos.
Al viaje inoportuno de Susana Zenteno por el contexto social y político, se le suma, como abono para el escándalo, las maniobras de ocultamiento.
La señora intendenta, como cualquier funcionario público, tiene derecho a tomarse los días de vacaciones que le corresponden cuando quiera y eligiendo el destino que le plazca, mientras pague los gustos turísticos con su dinero, como seguramente ocurrió en este caso. Pero también debería saber que la oportunidad del viaje no es cuestión menor, porque en este caso ocurre en días posteriores a cuestionamientos muy duros por parte de los vecinos chacareros respecto de la calidad de la gestión, del nombramiento de un familiar, concretamente su hija de 23 años, en un alto cargo del gabinete y del fiasco de la obra de cloacas, que le obligará al municipio a erogar 160 millones de pesos para cubrir honorarios de los abogados como resultado de las costas del juicio iniciado a partir de serias irregularidades detectadas.
Las críticas ciudadanas respecto del mal estado de la infraestructura pública de Valle Viejo, particularmente las calles, no son cuestiones menores. Cuando más proliferan las demandas al respecto de los pobladores del departamento y en un contexto de severa crisis que afecta a vastos sectores de la sociedad y a las propias cuentas de las provincias y los municipios, el viaje hacia un destino exótico para los catamarqueños no parece una medida atinada. Quizás a partir de esta decisión, que denota escasa sensibilidad social y nulo tacto político, es que se terminó pergeñando la versión de la indisposición de Zenteno y luego, con el conflicto estallado, de la omisión involuntaria de una firma para justificar las irregularidades en el trámite de sucesión municipal.
Al viaje inoportuno por el contexto social y político, se le suma, como abono para el escándalo, las maniobras de ocultamiento. Lo apropiado hubiese sido blanquear de entrada las vacaciones familiares de la intendenta, aun con el costo político que tal decisión conlleva. Es que, como escribió Antonio Machado, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.