domingo, 18 de mayo de 2025 01:56
Internas silenciosas
Los últimos cambios en el gabinete apuntaron, además de la renovación de las cúpulas de diferentes áreas, a sostener la armonía partidaria, con designaciones que se interpretaron como un “reparto equitativo” entre los sectores más importantes del PJ local. Así, se observó que Raúl Jalil eligió cuidadosamente a sus nuevos ministros, nombrando a un hombre identificado con él en Educación como Nicolás Rosales Matienzo (extitular de Gobierno y Justicia); en el Ministerio de Gobierno a un dirigente proveniente del ala fuerte y más cercana al intendente capitalino, Gustavo Saadi, como Fernando Monguillot; y en Desarrollo Productivo a Leonardo Zeballos, quien proviene del grupo partidario más identificado con Lucía Corpacci. No por casualidad, los indiscutidos integrantes del “tridente” que le viene dando victorias electorales al peronismo desde 2011 en la provincia, compartieron palco en el acto de asunción de los funcionarios, desarrollado a fines del mes pasado. Un gesto de unidad más que interesante y que cobra un valor especial en estos tiempos comandados con mucha turbulencia a nivel nacional por Javier Milei. Ocurre que si bien nunca hubo enfrentamientos, acusaciones o cruces públicos entre ellos, en más de una ocasión quedaron claras las diferentes posturas que mantienen ante Casa Rosada, en un abanico que va desde el dialoguismo conciliador hasta la crítica más severa. Pero Jalil-Corpacci-Saadi son avezados políticos, y nunca permitieron que estos evidentes desencuentros se reflejaran en la conducción, y tampoco perdieron ocasión de mostrarse juntos para reflejar que existe un sólido cimiento común, más fuerte que cualquier disidencia ocasional. Este reparto de ministerios venía a confirmar el entendimiento, pero derivó en silenciosas batallas que ya empiezan a incomodar el ámbito oficialista. Ocurre que “debajo” de cada ministro hay estructuras de funcionarios menores distribuidos en áreas relacionadas como secretarías o direcciones, y es allí donde se estarían desatando furiosas peleas por establecer supremacías y ver qué sector se queda con una porción más grande de “poder”. Los que estaban y quieren seguir, los que no están pero quieren llegar, los que quieren quedarse y los que desean que se vayan cuadros menores, abrieron un impensado frente de pulseadas. Es de esperar que los conflictos partidarios que tan elegantemente sorteó la cúpula peronista, se resuelvan pronto sin que la sangre llegue al río, entre otras razones porque es importante que cada quien se enfoque pronto en la gestión y se dejen las competencias sectoriales para otro momento.
Macrismo en peligro
Desde 2005 y hasta 2023, los comicios a la Legislatura porteña fueron ganados por el PRO o por las alianzas encabezadas por el partido amarillo. CABA se convirtió en el bastión inexpugnable de Mauricio Macri, tan fuerte que le permitió pasar desde allí a Casa Rosada, y seguir controlando Capital Federal a control remoto. Existió incluso una “edad dorada” entre 2009 y 2015, en la que parecía que tan solo el sello bastaba para imponerse a las listas, generalmente atomizadas, de la oposición, incluso sin la presencia de un candidato a jefe de Gobierno que traccionara la boleta. Aun después de la fallida experiencia nacional de Mauricio Macri en el Gobierno, existía la sensación de que en la Ciudad era imposible doblegar al PRO. En 2015 se produjo un primer punto de inflexión en la estrategia. Ese año, el partido amarillo, amén de encarar su primera y exitosa campaña presidencial, estuvo a un puñado de miles de votos de perder la Ciudad de Buenos Aires en el ajustado ballotage entre Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau. Para consolidar la posición del oficialismo, Larreta apostó por una progresiva ampliación de la coalición gobernante entre 2017 y 2019, incorporando al sector capitaneado por el radicalismo. Ahora el mapa es distinto, casi inverso. Lo que Macri ya perdió es el comando de su creación. Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, sus más valorados delfines, no le responden y están peleados todos contra todos. Encima apareció Milei para sacarle la exclusividad de la concentración del voto antiperonista. Encima eliminaron las PASO. Encima desdoblaron (por primera vez en la historia) la elección porteña de la nacional. Con ese cóctel explosivo y tantos dilemas sin resolver, la elección de hoy se convirtió en una gigantesca interna de la derecha antikirchnerista. Una multitud de candidatos quieren demostrar quién es el dueño de las ruinas del macrismo y del electorado que deja huérfano. Y allí asoma, sin gran fuerza propia pero listo para aprovechar la división oficialista, un Leandro Santoro que quiere copar la parada y atrapar un sonoro triunfo mientras el oficialismo porteño se pelea. Una elección crucial que, con mayor o menor participación ciudadana, dejará heridos políticos, algunos sin posibilidades de recuperarse de cara al 2027.
Recuerdos
Hace 35 años, allá por el 19 de mayo de 1990, el exrector de la Universidad Nacional de Catamarca, Eduardo Brizuela del Moral, ponía en funciones a varios de sus colaboradores en la Casa de Altos Estudios. De esta manera juraban el ingeniero Carlos Rubén Michaud como secretario general; la profesora Noemí Nury Paz de Contreras como secretaria de Extensión Universitaria; el doctor Luis Raúl Cipitelli como secretario de Relaciones Institucionales; la licenciada Selva Pauletto como secretaria Académica; la contadora Ana María Nieva como secretaria Económica-Financiera; Jorge Enrique Eremchuk como secretario de Ciencia y Técnica y el profesor José Luis Gómez Bello como secretario de Recreación y Deportes. La mayoría de estas personas acompañarían al exgobernador en los numerosos cargos que le tocó ocupar. Por ejemplo, apenas había pasado un año y medio de este hecho cuando Brizuela del Moral juró como intendente de la Capital y fueron con él, Raúl Cipitelli (secretario de Gobierno); Selva Pauletto (concejal), Nury Paz de Contreras (Acción Social) y Ana María Nieva (secretaria de Finanzas). Algo parecido ocurrió cuando, en 2003, saltó de la intendencia a la Casa de Gobierno. Nuevamente se rodeó de gente de su confianza y cuando tuvo que proponer un nombre para la Corte de Justicia no dudó en la muy polémica designación de su gran amigo Cipitelli, quien por ese motivo debió renunciar nada menos que al ministerio de Gobierno.
El Esquiú.com