El trámite para el ingreso del juez federal Ariel Lijo y el jurista Manuel García-Mansilla a la Corte Suprema de Justicia de la Nación configura uno de los ejemplos más acabados de los perjuicios institucionales derivados del mesianismo y la impericia libertaria.
Javier Milei envió los pliegos de ambos al Senado a mediados del año pasado, pero como el cuerpo no los trató decidió designarlos en comisión por decreto antes de que se iniciara el período de sesiones ordinarias en curso. La Corte incorporó a García-Mansilla, pero Lijo quedó pendiente porque la mayoría del tribunal consideró que no puede ser al mismo tiempo juez federal y ministro de la Corte y se negó a otorgarle licencia como juez federal.
La historia reúne todos los elementos característicos del mileísmo. Ninguno de los dos candidatos contaba con consensos mínimos en el Senado ni consiguió reunirlos a lo largo de la enrevesada saga. Sobre Lijo, además, se descargó un alud de objeciones éticas y profesionales inédito.
Si bien puede recriminársele al Senado que no haya resuelto la situación aunque fuera rechazando las propuestas, lo más significativo de la trama es la insistencia de Milei. Su enconada porfía carece de cualquier explicación lógica que no sea la satisfacción de su egolatría. Más típico imposible: además del injustificado estrés institucional y el desgaste al que sometió a sus postulantes, el Presidente se infligió un daño a sí mismo.
Por empezar, García-Mansilla firmó con los ministros Horacio Rosatti y Carlos Ronsekrantz la negativa a otorgarle a Lijo la licencia como juez federal que le impidió asumir en comisión. El único que firmó a favor de otorgarle la licencia fue Ricardo Lorenzetti, supuestamente afín a las posiciones libertarias.
De tal modo, en lugar de establecer un provisorio empate 2 a 2 en el tribunal, el movimiento libertario dejó a Lorenzetti en soledad contra sus tres colegas. Es decir: peor de lo que estaba antes.
Para completar la incompetencia, el destino de ambos candidatos podría definirse hoy en contra de la voluntad de Milei si el oficialismo no consigue impedir que se reúna el quórum para la sesión del Senado en la que se tratarán ambos pliegos.
Como se requieren dos tercios de los 72 senadores para el acuerdo, a los adversarios del Gobierno le bastarán 25 votos para el rechazo. El kirchnerismo en principio los tiene, pero también se pronunciaron en contra de Lijo la presidente de la Comisión de Acuerdos Guadalupe Tagliaferri, que es del PRO, y parte del radicalismo y de bloques más chicos entre los que está el libertario disidente Francisco Manuel Paoltroni.
El interbloque peronista tiene 34 brazos y el quórum se logra con 37. Necesita solo tres para hacer la sesión y voltear los pliegos. ¿Los conseguirá?
El PRO tiene siete senadores y Mauricio Macri considera inconveniente a Lijo. Milei y su hermana Karina, aparte, deterioraron las relaciones con Macri al punto de presentarles una lista aparte para las elecciones de la CABA. Tagliaferri juega en la elección porteña con Horacio Rodríguez Larreta, execrado por Macri, pero integra el bloque PRO.
Nótese lo extraordinario de la convergencia opositora lograda por los estrategas libertarios.
No solo el kirchnerismo y el PRO coinciden en el rechazo a Lijo; también las facciones macrista y larretista del PRO. A eso deben sumársele los radicales y Paoltroni.
Una suspensión impensada de la grieta política, producida por los desatinos libertarios.
Habrá que ver si se materializa hoy para el rechazo de los controversiales pliegos, que dejaría la legitimidad de García-Mansilla muy herida.
Sería una gran novedad ver a kirchneristas y macristas jugando juntos.