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San Fernando del Valle de Catamarca
23 julio, 2025

Explotación sexual por streaming: detalles aberrantes de un caso que tendrá un juicio oral inédito

La pandemia de Covid 19, el aislamiento social obligatorio y la crisis económica que sobrevino hundió a muchas personas y obligó a otras tantas a agudizar su ingenio para sobrevivir. Algunas descubrieron sus talentos ocultos y otras se dieron cuenta de que podían usar en su beneficio la debilidad y vulnerabilidad de quienes habían caído en desgracia.

Esto último es lo que hicieron dos argentinos que con el coronavirus montaron un negocio de sexo por streaming cuando dos hoteles que manejaban se quedaron sin turistas. Se asociaron con colombianos y contrataron a mujeres venezolanas como “instructoras”. Todos –10 personas en total– irán a juicio oral y público en unos meses por un caso brutal de “trata de personas con fines de explotación sexual”.

Lo que descubrió la Justicia (en el caso intervino la fiscal Alejandra Mangano de la Protex) fue que lo que en marzo del 2020 había empezado como un negocio de sexo online (un Onlyfans pero con jefes) terminó siendo un infierno para decenas de mujeres.

Jornadas de 16 horas frente a la cámara (a veces sin comer) para facturar los montos requeridos; sesiones de fotos humillantes; extorsiones; amenazas; hasta un aborto en vivo. Todo esto fue denunciado por 4 víctimas –querellantes en el expediente– y confirmado luego por 11 mujeres más que declararon como testigos.

La causa explotó en octubre del año pasado con 16 allanamientos. Los 10 acusados ( tres de Colombia, tres de Venezuela y cuatro de Argentina) fueron procesados por el juez Sebastian Casanello. Pese a la gravedad de la acusación, por decisión de la Cámara de Apelaciones, llegaran a juicio en libertad.

La publicidad del estudio garantizaba buen sueldo y privacidad.

Hoy el expediente está en manos de los jueces Adrián Grünberg, José Antonio Michilini y Ricardo Ángel Basílico. Los integrantes del Tribunal Oral Federal N° 1 de Capital ordenaron una serie de medidas, como instrucción suplementaria, para preparar lo que será un juicio inédito. Entre ellas está el análisis de 123 dispositivos electrónicos, entre CPUs, pendrives, 21 celulares y discos rígidos).

Las medidas más importantes tienen que ver con la protección de las víctimas. Por eso las 15 declaraciones (cuatro víctimas y 11 testigos) serán enviadas al área de Criminalística y Estudios Forense de Gendarmería para que se distorsionen sus voces y pixelen sus caras. Cada una declaró en Cámara Gesell entre dos y tres horas. El trabajo comenzará en noviembre.

El pedido de identificación de denunciantes y testigos de cargo había sido pedido por los abogados defensores alegando el derecho de sus clientes a conocer quien los acusa, tema siempre controvertido cuando se llega a la etapa de juicio oral con arrepentidos o personas con identidad protegida.

Una de las habitaciones donde se grababa a las mujeres.

A cargo de esta enorme tarea está la secretaría del Tribunal Oral en lo Federal N° 1, Lorena Hanssen, quien además debió supervisar el envío a Gendarmería –como depositario judicial– de 12 webcams y 11 televisores secuestrados en el operativo. Los demás bienes muebles (desde electrodomésticos hasta camas) fueron derivados a asociaciones de bien público para su uso (y conservación) mientras dura el proceso judicial.

La causa

“Sé parte de esta empresa, no lo sueñes, vivilo”, ese era el gancho por redes que atrajo a muchas mujeres, sobre todo en una época (principios de 2020) en la que muchas habían perdido su trabajo por la pandemia.

De hecho, en un comienzo todo parecía marchar bien: los horarios se respetaban, el manejo era cuidadoso, no las obligaban a hacer escenas fuertes sino más bien contenido erótico, las habían anotado como servicio doméstico de los hoteles para que pudieran circular por la calle con permiso durante el aislamiento.

Pero esto cambió rápidamente.

“Una vez en la etapa de explotación, los imputados comenzaron a modificar las condiciones propuestas a las víctimas, exigiéndole la realización de actos de índole sexual cada vez más explícitos en contra de su voluntad, como obligarlas a atarse y penetrarse entre sí utilizando un ‘dildo’ y utilizar vibradores manipulados de manera remota y simultánea vía bluetooth por los ‘clientes’, dice el requerimiento de elevación a juicio firmado por Alejandra Mangano, de la Protex

Reclutaban mujeres y las explotaban sexualmente para realizar contenidos que eran transmitidos online las 24 horas.

“Para sostener el sometimiento de las víctimas y su explotación los imputados las denigraban con insultos, las incitaban a consumir alcohol y estupefacientes, las responsabilizaban por la falta de generación de ganancias y las endeudaban con la organización a modo de ‘inversión’ exigiéndoles la compra de lencería, indumentaria, cremas y vibradores –cuyo valor en dólares estadounidenses era descontado de sus ingresos”, agrega el requerimiento de casi 400 páginas, al que tuvo acceso Clarín.

Como si esto no las acorralara lo suficiente, había un sistema de multas en dólares por faltas varias: “Por llegadas tarde (descuento de al menos 20 US$), ausencia (penalidad de 35 US$), demoras en el baño (sanción de 10 a 20 US$), negarse a la realización de producciones de fotos o utilización del teléfono celular (multa de 20 US$) e incluso alimentarse (penalidad de al menos 20 US$)”.

A las mujeres le pagaban en unidades token que variaban su valor según criterio de los empleadores y se cambiaban por criptomonedas.

“Decían que se pagaba por moneda virtual, pero nunca llegabas a la meta que ellos te decían. La meta era hacer en ese momento algo como 100 dólares por día, pero nunca llegabas con la cantidad de fichas que nos pedían, que eran mil fichas”, contó una de las víctimas en la denuncia y dio más detalles: “Los usuarios ponían fichitas, llegaban a 500 o 400 pero haciendo cada vez cosas peores. Esas fichas después eran como dinero virtual, supuestamente valían 0.05 centavo de dólar cada ficha”.

Dólares incautados durante los allanamientos.

Los testimonios de las victimas son crudos.

Esto, por ejemplo, declaró en Cámara Gesell la llamada “Victima 3”:

Ya no había break, ya no podíamos comer porque eso nos hacia perder tiempo. Lo que hacíamos era tener un café, que tomábamos atrás de pantalla, simulando que bailábamos. Por arriba de la cámara tomábamos el café o comíamos. Una vez fui con un paquete de galletitas y me sancionaron, a las chicas lo mismo, y siempre era 10 o 20 dólares. Eso provocaba que, a fin de la quincena, era más dinero que debíamos que lo que ganábamos. Ya no ganábamos plata, sino que empezábamos a deber dinero. Entonces nos decían que nos teníamos que quedar más horas. Llegué a pasar tres días adentro, dormía un par de horas y seguía transmitiendo todo el día”.

Testimonio de la “Victima 4”:

“Se encontró con otras chicas que transmitían en otros cuartos y le contaron que también tuvieron que hacer cosas sexuales, ellas tenían hijos y por la cuarentena se encontraban en la obligación de hacerlo para mantenerlos. Con el tiempo, ya no nos dejaban tomar el break, o únicamente 10 minutos. Nos dijeron que como ganábamos poco, tendríamos que transmitir 8 horas de corrido, en vez de 5. Ninguna facturaba lo que pensaban que íbamos a generar y, cuando preguntábamos, desde el estudio nos decían que era normal los primeros meses, pero que si seguíamos así, transmitiendo sin parar y haciendo lo que los clientes les pedían, íbamos a empezar a generar más plata”.

Testimonio de la “Víctima 1”:

“Con la pandemia me desesperé porque no podía salir y cocinaba o vendía comida, pero no me alcanzaba. Entonces vi una propaganda en Instagram y por Google de ‘Argentina Studios'(…) Nos enfermábamos, el cuerpo ya no aguantaba y ya hacíamos 16 horas ahí. Tenía mucho miedo, en la casa había chicas que lloraban a veces en el comedor, las escuchaba. Si no cumplíamos con esas horas nos endeudábamos. Decían que me estaban ayudando y por otro lado me decían que ya estaba ahí y que ya no podía salir, que no podía irme si tenía deuda. A cada chica le empezaron a generar más deuda con el ‘Lovense’, el juguete que nos hacían usar: un dispositivo que va en la vagina y que comenzó a lastimarme”.

Los detalles del expediente son tremendos. Solo leerlos transporta a cualquiera a una película de terror, una trampa de la que es muy difícil escapar.

MG

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