La política de ajuste del Estado nacional recorta de un modo que no registra antecedentes en la historia la inversión en investigación científica. Los enormes perjuicios ya se advierten, pero tendrán una gravitación mucho mayor en el mediano y largo plazo. Un país que no produce conocimiento científico está condenado al atraso y la dependencia. De modo que el ahorro de hoy es insignificante respecto del costo que deberá pagar en el futuro por carecer de herramientas clave para el desarrollo nacional.
Los créditos ejecutados del presupuesto en lo que respecta a la Ciencia y Técnica caerán este año un 48% respecto de la ejecución de 2023. Es decir, no solo hay un retroceso enorme en la asignación de recursos, sino que además se constata una subejecución de ellos. La actual inversión en ciencia es la más baja desde que se releva la función Ciencia en el Presupuesto nacional, hace 52 años.
Según un informe del Grupo EPC (Economía Política Ciencia), la inversión actual es apenas del 0,15 del PBI, mucho menor incluso que el 0,21% del primer año de Javier Milei como presidente, que ya había sido decididamente bajo. En la última década, la cifra más alta es la de 2015, el último año del gobierno de Cristina Kirchner, que alcanzó el 0,35% del PBI. Durante el gobierno de Mauricio Macri cayó al 0,22%, subió a 0,30% durante el último año de Alberto Fernández para derrumbarse nuevamente con Milei hasta un piso inédito.
En 2021 se aprobó en el Congreso de la Nación la ley de Financiamiento del Sistema de Ciencia y Tecnología, que propone el crecimiento escalonado de la inversión en ciencia y tecnología para alcanzar en 2031 el 1% del PBI. El postulado se cumplió hasta el 2023. Desde entonces empezó la caída pronunciada.
El gobierno libertario no solamente vacía el presupuesto sino que además, como se conoció en septiembre del año pasado, retiene fondos enviados por organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que desembolsó 53 millones de dólares para investigación científica que la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología de la Nación nunca destinó a ese fin.
A la imposibilidad de desarrollar proyectos de investigación o la paralización de otros que ya tenían un recorrido, debe sumársele la pérdida de alrededor de 1.300 puestos de trabajo en el CONICET por despidos, recortes de becas, cierres de carreras de investigador y renuncias por los bajos sueldos. Los salarios de los investigadores científicos perdieron un 34% de su poder adquisitivo desde que asumió Milei.
El ajuste a la ciencia afecta también la salud de muchas personas, que esperan ser diagnosticados de enfermedades poco frecuentes a partir de estudios que tenían financiamiento y que ya no lo tienen.
Como en el caso del ajuste a la salud, que incluye el retaceo de medicamentos a pacientes de enfermedades graves, como el cáncer, el ajuste a la ciencia, además de frustrar el camino de un desarrollo nacional independiente y pujante, tiene su costo en vidas.