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Apuntes del secretario

miércoles, 13 de marzo de 2024 01:05

Hace 13 años…

El 13 de marzo de 2011, después de 20 años en el llano, el peronismo catamarqueño recuperó el poder en la Provincia de Catamarca. Eduardo Brizuela del Moral, radical que había completado dos mandatos al frente del gobierno, decidió buscar una marca sin precedentes en la historia provincial: un tercer mandato consecutivo. Era el dirigente con mayor consenso y mejor imagen del Frente Cívico y Social, la alianza que comandaba Catamarca desde 1991, y confiaba ciegamente en su triunfo. El FCS había vapuleado en las urnas una y otra vez al peronismo, y nadie advirtió por entonces el desgaste que se había producido, ni la manera en que el proyecto se había alejado de la ciudadanía. Brizuela, cuatro años antes, había logrado la reelección en una fugaz alianza con Néstor Kirchner, llevando como compañera de fórmula a una joven médica enrolada en el Frente Para la Victoria: Lucía Corpacci. Aunque de apellido ilustre, Corpacci no era conocida más que por su labor profesional y no tenía trayectoria ni peso político. Ni siquiera contaba con el apoyo mayoritario de un PJ desmembrado y maltrecho. Pasada la elección de 2007, Brizuela se alejó de Casa Rosada sin pensar que su antigua compañera de fórmula lo destronaría. Adelantó las elecciones para marzo, y allí se consumó la sorpresa. Con el decisivo apoyo de una Cristina en su apogeo, Lucía ganó ajustadamente y asumió el poder. Tras un difícil comienzo, se consolidó hasta convertirse en la figura política con mayor respaldo en Catamarca. Volvió a vencer a Brizuela del Moral en 2015, y en 2019 rechazó ir por otro mandato a pesar de que todos los sondeos vaticinaban su victoria. Llegó entonces la hora de Raúl Jalil, que debió debutar en el poder con una feroz pandemia, pero también lograría ser reelecto en 2023. Han pasado 13 años desde aquel día en que triunfó Lucía y el peronismo sigue gobernando, lo que podría sugerir que poco ha cambiado, pero no es así. El mapa político provincial se modificó por completo. El hegemónico Frente Cívico y Social, que soñaba con retornar rápido al poder luego del traspié de 2011, desapareció tras los fracasos electorales sin haber logrado renovar figuras ni propuestas. El peronismo se unió y se fortaleció internamente, tanto que pudo soportar el surgimiento de un nuevo movimiento, Cambiemos, la fuerza de Mauricio Macri que arrasó en casi todo el país en 2015 y 2017. El radicalismo local se subió a ese tren al identificarlo como una ocasión inmejorable para recuperar protagonismo, pero al cabo perdió toda identidad. El peronismo local sobrevivió a los fracasos de sucesivos gobiernos nacionales, al mando de Macri y Alberto Fernández. Llegó entonces otro fenómeno, el de Javier Milei, que sedujo al electorado con un mensaje provocador y efectivo. El PJ (reconvertido sucesivamente en líder de las alianzas Frente Para la Victoria, Frente de Todos y Unión por la Patria) retuvo la provincia, pero el radicalismo quedó tercero, desplazado ahora por el propio peronismo y la novedad libertaria. Como se observa, todo ha cambiado, aunque los justicialistas mantengan el poder y hayan quedado a sólo un triunfo de igualar aquellos interminables 20 años de hegemonía radical.

Hace 11 años…

El 13 de marzo de 2013 se produjo otro acontecimiento histórico, esta vez de relevancia mundial, cuando por primera vez en más de 2.000 años se eligió a un argentino como Obispo de Roma. Jorge Bergoglio, que tomó el nombre de Francisco, se convirtió en la máxima autoridad de la Iglesia Católica, religión que cuenta con alrededor de 1.400 millones de fieles alrededor del planeta. Francisco es el Papa 266° desde San Pedro, y el único no europeo en  los últimos doce siglos. Un hecho inédito que se recibió en Catamarca y el país entre muestras de sorpresa, emoción y celebraciones. En su pontificado, se esforzó para implementar una reforma profunda de la curia romana -el gobierno central de la Santa Sede- para que esté más atenta a las iglesias locales y buscó descentralizar las tareas y dar más espacio a los laicos y las mujeres. Estos cambios, a veces criticados internamente, se concretaron con la entrada en vigor de una nueva Constitución, que reorganiza los dicasterios (ministerios) y prioriza la evangelización. Francisco también renovó el turbio sector de las finanzas del Vaticano, envueltas en escándalos, con la creación de un Secretariado para la Economía, así como la aplicación de un marco de inversiones y de medidas anticorrupción. Defendió el diálogo con todas las confesiones, especialmente con el islam, como quedó reflejado en una visita histórica en Irak en 2021. Alcanzó un acuerdo inédito con el régimen comunista de Pekín, y obró para el acercamiento histórico entre Cuba y Estados Unidos, pero chocó contra el muro de la guerra en Ucrania, donde sus numerosos llamados a la paz no tuvieron efecto. En más de 40 viajes al extranjero prefirió los países marginados de Europa del Este o de África, y jamás regresó a su Argentina natal, donde su figura no pudo eludir los tiempos de odio y profunda división política. Fue insultado por Javier Milei durante la campaña presidencial de 2023, pero una vez que el libertario ganó lo recibió en la Santa Sede. Para los catamarqueños, Francisco quedará en la historia como el Papa que beatificó a Fray Mamerto Esquiú después de más de 100 años de espera. Hoy, con 87 años, su salud está deteriorada pero se encuentra plenamente lúcido y activo, y es uno de los líderes mundiales más influyentes.

En caída libre

Dejando los recuerdos de lado, el panorama político de los últimos días no se alteró sustancialmente. La crisis económica se agudiza sin dar tregua a los asalariados, y el propio Gobierno de Milei empieza a advertir que sus recetas fallan y se aleja de los resultados esperados. La inflación avanza sin piedad, en el rubro alimentos se disparó un 300 por ciento en su comparación con la primera semana de febrero, y resulta incontenible. Ante este cuadro de situación, se presume que Milei intentará acelerar el proceso de dolarización, pero el camino es incluso más doloroso. Necesita licuar los ahorros en pesos y se ordenó eliminar las tasas mínimas de interés para los plazos fijos, mediante una reducción de la tasa de referencia, que bajó al 80 por ciento anual, muy por debajo de la inflación. El efecto sobre los ahorristas es criminal. Un argentino que en base a su trabajo logró tener ahorrado en el banco un millón de pesos, por ejemplo, en noviembre del año pasado tenía poco más de 2.700 dólares. Hoy la suma equivale a 900 dólares, es decir que le queda apenas un tercio de su dinero, a la vez devaluado y en carrera desenfrenada a generar más pérdidas por la constante suba de precios. La economía de millones de hogares, emprendimientos, comercios e industrias directamente se destruyó, y quienes no tienen ahorros caen cada vez en deudas más severas, mientras ni siquiera alcanzan a cubrir las necesidades básicas y cotidianas. El cuadro es gravísimo y tiende a empeorar, porque no hay señales de que Casa Rosada vaya a revisar sus medidas, en la obsesión por alcanzar metas macroeconómicas que no contemplan la realidad del pueblo. Todo esto se vive en forma paralela a los constantes enfrentamientos políticos, crisis provinciales, reclamos sindicales y shows mediáticos de un jefe de Estado que parece fuera de sus cabales y no brinda más respuestas que gestos de provocación. Con normas legales atadas con alambre, un Congreso de la Nación desordenado e impotente, avance de la inseguridad e incertidumbre, la temperatura social se hace impredecible. Motosierra y licuadora se combinan para asfixiar a la gente común, mientras repercuten las noticias que confirman que la casta goza de buena salud, con aumentos de sueldos groseros y nombramientos millonarios en beneficio de familiares y amigos. Son horas complejas y delicadas, con un rumbo impreciso y un horizonte plagado de incógnitas, pero que asoma definitivamente oscuro.

El Esquiú.com

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