domingo, 15 de junio de 2025 02:23
Existen acontecimientos o hechos puntuales que generan volantazos en el desarrollo de los procesos políticos observados en un tiempo determinado. Pero también pueden acelerar un devenir anunciado. Lo cierto es que, puntualmente, el fallo de la Corte Suprema de Justicia que ratifica la condena y la inhabilitación de Cristina Fernández de Kirchner alteró, al menos, los planes iniciales de esta nota.
El motivo original era plantear escenarios hipotéticos sobre un fenómeno estructural que efectivamente está ocurriendo: la descomposición del sistema político y de los liderazgos nacidos post crisis del 2001, con las respectivas estructuras políticas que le dieron vida. La otra cara de la misma moneda es, por ende, la recomposición o el surgimiento de un nuevo sistema a partir del reordenamiento de los dos polos que lo configuran: el polo peronista y el no peronista.
El reordenamiento está en marcha. Análisis políticos y electorales previos de Consultora Belgrano y otros colegas daban algunas pistas de cómo se estaba desencadenando este proceso: por el lado del polo no peronista, la absorción por parte de La Libertad Avanza, el único partido nacional hoy existente en términos de poder de disciplinamiento, sobre el PRO en la disputa por la hegemonía de dicho sector. La categórica ventaja electoral de LLA sobre el partido fundado por Mauricio Macri en las elecciones legislativas locales de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito que vio nacer a los amarillos, fue el evento crítico que marcó un cambio en las relaciones de poder entre ambos dispositivos, posicionando a las Fuerzas del cielo como actor preponderante del espectro de aquí hasta quien sabe cuándo. Con un liderazgo claro: el del presidente Javier Milei, quien decidió librarse de quién lo ayudó a llegar. Y le salió bien, por lo menos en la confrontación más simbólica y significativa. El poder no se negocia ni se traslada, se gana. No es un fenómeno meramente local: en otros puntos del globo las derechas más radicalizadas también absorbieron a las derechas más blandas (se le pide disculpas anticipadas al gran Eduardo Fidanza por el robo de esta última terminología), como ocurrió, por ejemplo, en Estados Unidos y Brasil.
¿Y del otro lado? Bueno, hasta hace unos días se disputaba a cielo abierto y a flor de piel la renovación peronista, cuyo epicentro se encuentra, al igual que la dinámica política en general desde hace más de dos décadas, en el AMBA. La interna entre CFK y Kicillof está marcada por el hecho de que el gobernador de la Provincia de Buenos Aires es, al momento, el único dirigente que se lanzó a tomar el bastón y decidió promoverse como la cara de la renovación, en un contexto de crisis y retracción innegable. El tema es cómo se resuelve esa interna. Por supuesto que no hay muchos caminos. Está a la vista que la delegación de poder no fue un mecanismo efectivo, más bien todo lo contrario. Valga la experiencia traumática del Frente de Todos. En un principio, la estrategia del gobernador bonaerense no se encontraba lejos de la de Javier Milei: así como este tiene bien en claro que para imponerse en su polo debe enfrentar y ganarle a Macri, Kicillof sabe que su liderazgo no se va a producir por una bendición y traspaso de poder sin más. Los liderazgos peronistas, históricamente, se han resuelto a través de la disputa política de poder: Menem-Cafiero, Duhalde-Menem, Kirchner-Duhalde. Salvo una tregua momentánea con apertura de diálogo, en la interna predominó la estrategia de ir a fondo. En términos de teoría de juegos, algo más parecido a un chicken-game que a un dilema del prisionero. La candidatura de CFK como legisladora por la tercera sección electoral provincial profundizó este escenario y generó aún más dilemas en cuanto a la acción política del kicillofismo (si es que este ismo existe).
La ratificación de la Corte a la condena a CFK por la causa vialidad, no exenta de irregularidades en cuanto a principios jurídicos, designaciones y normas procedimentales, pone un signo de pregunta en las dinámicas recién descriptas. No caben dudas de la centralidad que volvió a adquirir la figura de Cristina Kirchner y el efecto movilizador de bases que se produjo a partir de este hecho. Hoy, y por las próximas semanas, la condena a CFK representa un eje ordenador dentro del peronismo. Esto es: aglutinación, apoyo y tregua (¿frágil?) entre sectores afines y desafiantes. Ahora bien, al mismo tiempo, el corrimiento de CFK de la competencia político-electoral representa un parteaguas tanto en 1) la interna latente del peronismo como en 2) la estrategia e identidad de LLA, lo cual demanda un esfuerzo analítico en torno a escenarios próximos y futuros.
Vamos por parte. 1) Hay una lectura, que hoy tiende a sobresalir frente a otras, basada en lo siguiente: CFK, sobre todo a partir de su postulación electoral, implicaba un bloqueo a la renovación del peronismo. La opción de participar electoralmente fue siempre el instrumento predilecto de poder y el mecanismo de disciplinamiento de la ex presidenta ante el desafío o cuestionamiento interno. La tesis desde esta perspectiva es que la inhabilitación que cercena la presencia de la ex presidenta en la cancha electoral desataría las condiciones de posibilidad para una renovación de liderazgos. En caso de que esto fuera así, lo interesante será dilucidar si, además de Kicillof, surgen otros actores políticos subnacionales dentro del espectro peronista dispuestos a probar suerte en la misión renovadora, dejando de lado las garantías y seguridades de sus terruños.
Hay, por supuesto, desacuerdos en torno a esta mirada. Otros lentes señalan que, aunque inhabilitada para competir, su postura política activa detrás de la escena pública mantendrá una centralidad, una capacidad de reorganización y un acatamiento de una porción considerable a nivel dirigencial que dificultará la construcción de un liderazgo alternativo. En fin, son escenarios que se plantean bajo la espuma de las primeras horas post apartamiento de la arena política de la líder más importante de la oposición. Lo cierto, hasta este momento, es que estamos en presencia de una disputa interna en pausa, pero para nada contenida. Veremos cómo se desarrollarán los acontecimientos a medida que nos acerquemos a momentos de definición, y no hago alusión solamente al calendario electoral de 2025.
2) Para la LLA, lo sucedido también demanda revisiones puertas adentro. El nuevo escenario plantea desafíos ante un contexto que a priori resulta optimista. Inflación en control y a la baja, ordenamiento e imposición estratégica en PBA y victorias electorales locales aportan a la confianza propia de que todo, utilizando sus propios términos, marcha de acuerdo al plan. Pues bien, el cambio de panorama afecta a su clivaje ideológico y objeto polarizador. “Kirchnerismo o Libertad” es el lema de campaña del oficialismo, sobre todo en aquellas contiendas electorales con capacidad de nacionalización. Sin su principal adversario político en cancha, las
Fuerzas del Cielo se verán con el desafío de reconfigurar su estrategia territorial, en principio en PBA, y recalibrar su óptica polarizante en el futuro próximo.
Cuando al comienzo hice hincapié sobre las alteraciones que sufría la idea madre de esta nota a propósito de lo acontecido el pasado martes, no me refería a una cuestión estructural. En efecto, el sistema político que conocimos luego de la crisis del 2001 está en descomposición. La fecha formal de dicha implosión la podemos fijar en las elecciones de 2023, con la emergencia de un líder y fuerza política outsider. La contienda electoral de este año, marcada por el reordenamiento del sistema político, está imbuida en empezar a resolver la disputa por el liderazgo dentro de cada polo. 2027 será otra historia. Lo que observamos es que las dinámicas que están conduciendo el reordenamiento sistémico pueden estar sujetas a cisnes negros.
Lic. Joaquín Taborda
de Consultora Belgrano
Consultora del norte argentino que se dedica al estudio de la opinión pública y la producción de datos estratégicos para políticas basadas en evidencia. Contacto: [email protected]