Una mujer sufre violencia por parte de su pareja. Hace la denuncia. Su causa – y su trauma – comienzan a formar parte de un expediente cuyo derrotero puede llegar a ser incierto en algunos casos. En otros, el caso llega a juicio oral y concluye con una condena. Sin embargo, en el ínterin, la víctima decide dar marcha atrás y quiere “levantar” la denuncia. Decide perdonar, olvidar y confiar en su pareja, su agresor.
Situaciones como las mencionadas se reiteran en las dependencias judiciales y se ventilan cuando los procesos llegan a la instancia del juicio oral. Los especialistas denominan a esta conducta como el círculo de la violencia: un patrón repetitivo de agresiones psicológicas y físicas, generalmente entre parejas, que se distingue por tener tres fases, tensión acumulada, explosión de violencia y período de reconciliación o “luna de miel”.
En diciembre del 2023 una mujer fue encontrada ensangrentada en cercanías al dique El Jumeal. Su pareja, Ángel Mariano Barros, fue señalada como el principal sospechoso. La mujer había sufrido una brutal golpiza y quedó hospitalizada. Barros quedó detenido desde ese día y fue imputado por intento de femicidio y amenazas coactivas.
La víctima declaró como testigo y sorpresivamente, ante el jurado popular, expuso que había perdonado a su pareja y que todavía lo quiere. También remarcó que el acusado no quiso matarla. La denunciante comentó que había celos en la pareja, por parte de ella. Su relato fue en consonancia con el del acusado quien reconoció que la golpeó, pero negó haber tenido intenciones de matarla.
Por otro lado, una médica dio cuenta de los 16 golpes que la joven había sufrido y se difundieron mensajes de audio en los que se evidenciaba el nivel de violencia desplegado por Barros. Finalmente ayer, el jurado popular, encontró culpable a Barros quien la próxima semana conocerá la pena en su contra.
En una entrevista con El Ancasti, en noviembre del 2022, la psicóloga Elena Rodríguez, integrante del Equipo Interdisciplinario del área de Asistencia a la Víctima había definido que se trata de un círculo o espiral “porque va aumentando la intensidad y la frecuencia con el tiempo. Por eso también es muy difícil poder romper el círculo de la violencia”, detalló.
“Siempre pongo el acento en comprender, en entender, en conocer este círculo de la violencia que sí funciona con esta dinámica. Las personas que están alrededor, sean familiares, sean amigos, sean compañeros de trabajo, muchas veces se cansan de ayudarla, de escuchar siempre lo mismo. Y siempre les pido que no se cansen o si se cansan, descansen un poquito, pero vuelvan a insistir porque es muy difícil para la mujer poder salir, poder cortar con este círculo de la violencia”, subrayó.
Es clave lo que sostiene Rodríguez ya que socialmente se suele poner el foco en la postura de la víctima que intenta no seguir con el proceso judicial, ya que perdonó a su agresor.
Se naturaliza la violencia. No pareciera existir otro modo de vivir para una mujer que se encuentra en total estado de vulnerabilidad y pese a contar con tratamiento psicológico resultan fundamentales las redes de contención desde su entorno más íntimo, el cual, lejos de juzgarla, debe acompañarla para que encuentre una salida.