Anjuli, una pequeña, muy pequeña localidad rural que se encuentra al norte del departamento La Paz, ya en los llanos del pedemonte oriental del cordón montañoso El Alto-Ancasti, tan en el llano que solo está a una altura de unos 360 msnm. Se encuentra a 13 km en línea recta de Santiago del Estero y por camino, a unos 21 km de la ciudad santiagueña de Frías. Todos los caminos para llegar, si bien es cierto son de tierra, están en buenas condiciones.
A su alrededor subsisten heroicamente pueblos como Los Corrales, Infanzón, Albigasta, Concepción y Baviano.
Anjuli, un extraño nombre que no se condice con lo regional, con nuestras lenguas madres o con otras localidades de la zona que siempre tienen una ligazón con la historia, la geografía, etc.
Tengo la impresión de que en tiempos pasados (principios del siglo XX) este pueblo estaba más poblado, era importante y productivo. Seguramente que los factores que influyeron para que, según el Censo Nacional, en 2010 tenga 30 habitantes son muchos y variados, fundamentalmente el antrópico y los cambios en la naturaleza.
Los pocos habitantes que viven en el pueblo tienen un envidiable arraigo a su tierra a pesar de la desigual lucha que deben dar diariamente.
Visitando la zona uno se da cuenta de que los tiempos pasados fueron mejores y existen algunos indicadores básicos, por lo menos para un lego como yo:
- Había una escuela rancho y el gobierno construyó una nueva.
- La capilla del pueblo es grande, importante, con detalles constructivos y ornamentos de alto nivel para la zona.
La iglesia
A mediados de 1800 y seguramente porque toda esa zona tenía otra importancia en el oriente catamarcano, se decide la construcción de una iglesia que, si bien no es de las más antiguas de la provincia, tiene una valía tal que hay que destacar, dado que fue diseñada y construida con una fina arquitectura, nobles materiales para la época, mano de obra exquisita y experimentada, y detalles constructivos y decorativos realmente relevantes, especialmente su altar, campanario y confesionario. Tan noble fue el arte del buen construir que la iglesia resistió más de 170 años de desidia y abandono.
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Seguramente en los archivos de Santiago del Estero, de donde dependía toda esa zona, deben obrar las razones para construir tan importante iglesia. Tiene un altar fina y bellamente trabajado, un campanario al que se accede por una escalera caracol, con peldaños de algarrobo, una puerta imponente de doble hoja y un confesionario en madera de excelente factura (todos ellos en deplorable estado). Los trabajos en madera fueron ejecutados por finos ebanistas. Fue inaugurada en junio de 1854 (es decir tiene una antigüedad de 171 años) y su patrono es San Antonio de Padua.
La cruda realidad de la actualidad nos pinta otra totalmente distinta. Esta importante iglesia está en un vergonzoso estado de abandono, colapsada, sin techo y con serio peligro su altar y campanario. Los finos trabajos en madera están tirados por el piso. Hoy es una ruina cuyas anchas paredes de adobe resisten la desidia de las autoridades.
El patrimonio
Anjuli depende de la Municipalidad de Icaño, cuyo intendente es Franco Carletta y el senador del departamento La Paz (por esas cuestiones políticas que nunca entenderé) es su padre Pío Carletta.
Esta iglesia fue declarada MONUMENTO HISTÓRICO PROVINCIAL mediante Ley Nº 5162 (Decreto Nº 1356) en agosto de 2005, pero nadie hasta el día de hoy se preocupó en salvarla. A tal punto llegó la situación, que en 2021 un grupo de vecinos de Anjuli, Baviano y Frías, junto al párroco Carlos Rodríguez, de la jurisdicción de la Parroquia Nuestra Señora del Valle, con sede en Icaño, ante la indiferencia del gobierno municipal y provincial, al ver el deterioro y el abandono en que estaba, se pusieron a trabajar en tareas de limpieza y acomodamiento, recuperando y poniendo a resguardo antiguas imágenes, mobiliario y otros objetos valiosos que estaban a la intemperie puesto que el techo hacía un buen tiempo que se había caído.
También, alguien hace un tiempo dispuso reemplazar las viejas y deterioradas paredes de adobe por otras de ladrillo, obra que quedó a medio terminar. Si bien es cierto es loable la acción y las buenas intenciones, pero eso no alcanza. Las buenas intenciones no son suficientes. Los trabajos de restauración y recuperación NECESARIAMENTE deben ser hechos por profesionales especializados en estos edificios históricos. Debe haber un estudio, proyecto y la intervención de organismos inherentes del estado con arquitectos, historiadores, etc.
Vecinos de Anjuli dicen que la campana que originariamente estaba en el campanario fue hecha en el mismo pueblo, incluso indican el lugar donde quedan restos del lugar de fundición.
Parece carecer de importancia el hecho de que la primera misa fuese oficiada y el primer sermón pronunciado por un joven franciscano de 28 años de edad, nacido en El Suncho, una localidad ubicada a unos 70 km al sur de Anjuli. Ese cura es Fray Mamerto Esquiú.
No es un dato menor, pues Fray Mamerto Esquiú, el año anterior había pronunciado en la Ciudad Capital de Catamarca el Sermón de la Constitución, que tuvo trascendencia nacional y fue replicado por la prensa del país. Un fraile desconocido de una provincia pequeña aclaraba las ideas en una república revolucionada por las luchas intestinas. El presidente Justo J. de Urquiza hizo imprimir el sermón patriótico y difundirlo en el país.
Al año siguiente pronunció otro discurso, que es como un complemento del anterior, referido a la instalación de las autoridades nacionales, dejando asentados principios de sociología cristiana y de historia política. No solo eso: participó en la discusión sobre la futura Constitución provincial, presidió la junta electora de convencionales, fue el vicepresidente de la convención que sancionó la Constitución provincial de 1855 y elegido para presidir el consejo asesor de gobierno, cargo que ocupó durante varios años. En esos años escribía notas en El Ambato, primer periódico de Catamarca, del cual fue editor e inspirador.
Tampoco parece carecer de importancia el hecho de que este año se conmemora el 142º aniversario del fallecimiento del Beato Esquiú.
Todo indica que esa iglesia es un pedazo importante de la historia catamarcana, pero, a juzgar por la inacción o negligencia de las autoridades, no lo es.
NEGRO AROCA
Docente – escritor – guía y experto en turismo