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San Fernando del Valle de Catamarca
7 abril, 2025

El pedido de Bahía Blanca a un mes de la inundación: “El estamos vivos ya paso, necesitamos salir adelante”

En un solo turno y un par de horas extras, a pala ancha y escobillón, Celina cargó unas 300 bolsas de residuos con una fina arenilla, resto del limo arcilloso color café con leche que se esparce en las calles y sobre cualquier superficie en Bahía Blanca, vestigio palpable de una de las consecuencias que le deparó a esta ciudad la inundación que la arrasó. “Esto vino para quedarse”, dice la barrendera con un ademán que abarca la calle más ancha de las que le toca limpiar.

Este lunes se cumple un mes exacto desde el diluvio que hizo que el agua corriera por la ciudad como si sus calles fueran el cauce de un río embravecido. Y como el trabajo de Celina, empleada de Bahía Ambiental, que cada día barre sobre lo barrido, los bahienses no consiguen dar vuelta la página. Tan virulento fue el golpe que no terminan de asimilarlo: la reconstrucción todavía se vislumbra lejana.

La inundación dejó 16 muertos y dos nenas desaparecidas, que todavía buscan en el estuario de Bahía Blanca, y como desde el primer momento, la ayuda “se da entre particulares”, “de vecino a vecino”, explican los mismos damnificados.

Habrá ayuda estatal, de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación, anunciadas rápidamente cuando todavía el barro no había secado, y está en marcha el proceso administrativo para asignarlas, pero todavía no hay bahiense que haya recibido alguna, fuera un subsidio o un crédito con tasa preferencial. Ni uno.

En las primeras horas después del desastre, cuando el nivel del agua dejó de subir (hay lugares en los que superó un metro y medio de altura) y comenzó a escurrir, en el momento en que vecinos y comerciantes de los sitios más afectados se dieron cuenta de que habían perdido todo, encontraron un lenitivo, como para mitigar la amargura, en una frase que ya no se oye: “No nos quedó nada, pero estamos vivos”.

Una vista aérea de la ciudad, a un mes del devastador temporal. Foto Diego Izquierdo

“El período del ‘estamos vivos ya pasó. Ahora lo que la gente quiere es salir adelante“, sintetiza su análisis el periodista Ariel Biagetti, de la plataforma de noticias locales Cafe x Medio. “Esto quiere decir que las ayudas prometidas con anuncios que se hicieron con buena vibra, es cierto, se tienen que entregar ya. La gente las necesita ahora, la necesita el que tiene que reconstruir su casa, el comerciante principalmente. Por eso te reitero: la etapa del estoy vivo ya pasó“.

En la semana hubo colas en las sucursales del Banco de la Provincia de Buenos Aires de gente inscribiéndose para recibir un subsidio. La Municipalidad debe evaluar y constatar que la información que los interesados ingresaron –por ejemplo si quien se anotó reside realmente en un lugar con “alto impacto” de la inundación y, entre otros, que su vivienda esté en planta baja–, claro, sea veraz.

Todavía hoy la gente saca bolsas con objetos dañados por el temporal. Foto Diego Izquierdo

Será de $ 800.000, para refacciones o compra de electrodomésticos, no será reembolsable y no habrá que hacer ninguna rendición. Alcanzará a 33.000 familias; el monto total es millonario.

Además de la ayuda bonaerense, Nación instrumentó un fondo que se llama Sur, Suplemento Único de Reconstrucción, que lo administrará la Agencia Federal de Emergencias, bajo la órbita del Ministerio de Seguridad.

Liquidación. Los comerciantes están preocupados por el futuro. Foto Diego Izquierdo

Se dividirá según los milímetros de agua caídos en la zona de la propiedad. Por ejemplo, aquel damnificado que viva en una zona de alta afectación recibirá 3 millones de pesos, mientras que los que residan en una zona de afectación media percibirán 2 millones de pesos. Hasta el 15 de abril toman inscripciones.

“Me sirve, claro, pero me quedé sin muebles, la computadora quedó bajo el agua, las paredes no van a secar hasta el año que viene, y con eso me puedo comprar una cocina. El lío que tenemos es más grande“, grafica Gerardo Macchi, en la vereda de su casa sobre la calle Chiclana, en General Cerri, con cierta desesperanza sobre la reconstrucción de la ciudad.

El puente roto de la Ruta 3 fue reparado por Vialidad Nacional para volver a ser operativo. Foto Diego Izquierdo

“¿Ve ese poste ahí? –señala un poste de luz algo inclinado hacia adelante en la vereda de la casa del vecino, amarrado a un muro con cables y soga para que no se caiga–, está así desde el temporal de viento. No lo vino a arreglar nadie“.

Habla del temporal de viento que ocurrió en diciembre de 2023, que también dejo 16 muertos. Fue el primero de los tres golpes certeros que sufrió Bahía Blanca. Luego, el 2 de febrero, una granizada causó destrozos (todavía se ven marquesinas agujereadas y autos machacados por las piedras) y el 7 de marzo, la peor inundación de su historia.

Qué pasará con las obras de infraestructura

En un día llovió lo que llueve en seis meses. Desbordaron el canal Maldonado y el arroyo Napostá, que atraviesan la ciudad, y como los dejó la inundación están hoy. Del canal se desprendieron las losas de 10 toneladas cada una que lo recubren y el agua, que sigue corriendo, continúa socavando los lados.

Un basural improvisado con las pérdidas por la inundación se armó en las inmediaciones del cementerio. Foto Diego Izquierdo

“Se está trabajando fuerte y pronto se determinará cuál es la mejor opción para ejecutar en cada caso, si habrá un canal aliviador, cómo se ampliará el cauce del canal para que soporte mayor caudal de agua”, explicó una fuente de la Comuna a este diario. Esas obras corresponden al Gobierno bonaerense.

De momento, en tanto se ejecutan los planes, hay soluciones provisorias. Por ejemplo, puentes del Ejército en zonas urbanas donde los que estaban se los llevó el agua, o de Vialidad Nacional en la Ruta 3.

Los vecinos enfatizan la solidaridad de los privados en la tragedia y la reconstrucción. Foto Diego Izquierdo

Clarín intentó conocer la situación del Hospital Penna, el que dejó las imágenes de los bebés internados en la sala de neonatología siendo mudados de urgencia ante la subida del agua. “No estamos autorizados a hablar”, hizo saber un jefe. Ni la Dirección ni el área de prensa revelaron información.

La devastación fue tan grande que las primeras dos semanas se perdieron en tareas de limpieza. Ni bien bajo el agua, la gente sacó todo lo que no servía a la calle, cualquier cosa que hubiera quedado inutilizada. Se podía ver consolas de juegos, computadoras, monitores, ropa, pisos de madera completos, cajones con álbumes de familia, muebles y barro. Las calles y los locales quedaron tapizados de lodo, lo que ahora es un polvillo omnipresente.

Celina, una barrendera de la ciudad, limpia las mismas calles todos los días sin lograr eliminar el polvillo. Foto Diego Izquierdo

La preocupación de los comerciantes

Pablo Sasso, gastronómico, dueño del histórico café Florida en Alsina 111, pleno centro, desliza el dedo sobre la madera lustrada de la barra para mostrar ese polvillo adherido. “Lo limpiás todo el día y ahí está. Hay mucho por hacer, se está empezando, se emparcha, pero esto va a demorar“.

Pablo Sasso, dueño de un café y una pizzería, intenta continuar su negocio esperando que el futuro mejore. Foto Diego Izquierdo

Tiene además una pizzería que todavía no pudo reabrir, cree que en pocos días más podrá hacerlo. Pero duda: “No sé con qué me voy a encontrar. Porque no hay plata, la ciudad recibió un golpe muy duro“, indica.

Dos cuadras más adelante, Guillermo Alvarez consiguió reabrir sus locales: la zapatería Victoria y, lindera, la tienda de indumentaria Victoria Teen’s. Hay ropa en percheros en la vidriera: “Todo por 20 mil”, la ofrece, además de sandalias por $ 40.000 y botas “que salen 200 lucas” por $ 90.000. Es mercadería que recuperó de la inundación, y también la que se vende. Lo nuevo no sale.

El comerciante Guillermo Alvarez reabrió su negocio, pero dice que sobrevive gracias a las ofertas pone en la vereda. Foto Diego Izquierdo

Lo que le ocurre a este emprendedor lo ocurre al resto del comercio: “No hay ánimo de compra. La economía de Bahía Blanca no era la mejor, y después de esto lo complicó”. Alvarez también espera que habiliten los créditos prometidos a tasas subsidiadas para familias y empresas, pero todavía no sabe de plazos ni cuánto podrá tomar.

Lo mismo le pasa a Sergio Martínez y a su esposa Claudia Piñeyro, dueños de Induswhite, la imprenta que va reactivándose paulatinamente “con la ayuda de particulares” y “sin empatía por parte de los sistemas financieros”, como define Pilar, su hija, que administra la empresa. Han participado en reuniones con el Consejo Federal de Inversiones, con miembros de la Unión Industrial, de la Comuna, completado formularios bancarios y saben que se tendrán que volver a endeudar.

En la imprenta Induswhite intentan reactivarse, pero saben que tendrán que volver a endeudarse. Foto Diego Izquierdo

“¿Por cuánto, en qué tiempo, nos alcanza, lo vamos a poder pagar?”, se preguntan ante un panorama tan preocupante como el primer día en que entraron al taller y vieron maquinaria y motores bajo el agua.

Elogian a sus empleados -tienen 23-, “que se pusieron la 10” y después que bajó el agua se arremangaron a trabajar en la reconstrucción de su fuente de trabajo “desarmando, armando, fuera de hora”, y vuelven al principio: “La ayuda es del privado, del particular, de vecino a vecino. En medio de tanta incertidumbre, hoy, esa actitud es lo único esperanzador“.

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