Sobrio, de hablar bajo y pausado, correctísimo en sus formas. Así como se ha expuesto a lo largo de su extensa trayectoria ante las cámaras de TV y frente a los micrófonos de la radio, José Antonio Gil Vidal se muestra “fuera del aire”. Aunque eso no invalida un gran sentido del humor y una extrema amabilidad. En él, cortesía no es acartonamiento.
Desde este lunes 10, esa impronta y, sobre todo, su agudeza a la hora de contar la actualidad, se revalidarán en +Mañana, el nuevo espacio de la señal de noticias LN+ que, de seis a nueve, ocupará una franja sumamente vital en todo sistema informativo.
“Vivo a 20 cuadras y tengo varios amigos acá, pero nunca había pasado por aquí”, reconoce el periodista desde el vamos, quien pisa por primera vez la Redacción de LA NACIÓN. Sin embargo, no hay extrañeza, no son pocos los colegas que se acercan para saludarlo y darle la bienvenida a su nueva “casa” periodística.
-¿Cómo es arrancar algo nuevo a esta altura de la carrera, de la vida? ¿Qué implica ese desafío?
-Primero, implica agradecimiento, porque es una etapa de la vida en donde mucha gente cree que ya no estás para los medios, no estás para lucir una imagen, para afrontar los desafíos. Sin embargo, he sido afortunado, porque eso nunca sucedió conmigo.
Evoluciones sociales mediante, el llamado “edadismo” hoy se ve como una actitud objetable. Má aún, hay una revalorización de la llamada “Generación Silver”.
“Estar en LN+ implica una gran responsabilidad para uno mismo y para todos los compañeros que me acompañan. Tener desafíos a cualquier edad y después de cualquier recorrido, siempre está bueno”, sostiene el comunicador que estará acompañado en la coconducción por Mariel Di Lenarda, también profesional de muy respetable recorrido en los medios. “Una compañera inigualable, de una enorme experiencia y trayectoria”, remarca.
Gil Vidal mira hacia atrás y hace un balance positivo, confiado en que las nuevas páginas que escribirá desde el lunes tendrán igual destino. “Siempre he tenido mucha suerte con los equipos que he formado y esta vez no será la excepción”, sostiene el comunicador, a quien acompañarán Julieta Rumi (Economía), Maxi Sardi (Política), Silvia Stang (información vinculada al sector de los jubilados) y Chiki García (Deportes).
“El día en que uno se encuentra con una mayor comodidad o confort es cuando debe comenzar a cuestionarse o replantearse algunas cosas”, reafirma Gil Vidal y reconoce que LN+ “es un proyecto que no ha dejado de crecer y de aportarle calidad a la televisión; basta ver quiénes nos acompañan, hay algunas de las firmas más prestigiosas aquí. Me entusiasma el concepto de un multimedio, estar en un canal que ha crecido tanto y que cuenta con un respaldo nada menos que de LA NACIÓN”.
Para todos es “Pepe”, también para las audiencias que lo acompañan desde hace varias décadas en señales de televisión y en cadenas de radio. “Soy un gallego tosco”, se define él cuando se le recuerdan los pasos de comedia a los que lo “sometía” su excompañera Sandra Borghi. En la seriedad imperturbable del comunicador también residía la gracia del contrapunto. Quizás, en LN+, Mariel Di Lenarda sea la oficiante de algunas humoradas cómplices.
-Ediciones gráficas, digitales, redes sociales, podcasts. Hoy no se puede pensar en una sola plataforma, sino en el diálogo entre todas las posibilidades.
-Una sola forma de pensar todo eso es unificándolos, interactuando. Si lo hacemos en los tiempos que hoy tiene la gente, ahí hay una fórmula.
Gil Vidal es consciente de la dinámica de su horario, donde las audiencias resultan cautivas y volátiles al mismo tiempo, ya que se trata de una franja en la que, mayoritariamente, el televidente se encuentra en el prólogo de su actividad: “Si la gente se levantó para preparar el desayuno o acomodar los lápices de los chicos, te tiene que seguir escuchando como si fuese radio; está bueno que se nos vea, que se nos sintonice como programa de televisión, pero también que nuestras voces se escuchen”.
-¿Qué implica informar desde las seis de la mañana?
-Implica ser conceptualmente muy fuerte, pero, a esa hora, no se puede abrumar a la gente. En tres o cuatro párrafos hay que hacer entender de qué se trata. Tampoco se debe recargar de imágenes, algo que, tan temprano, la mente no puede procesar. La persona que pone el “noti” a esa hora tiene que saber todo, porque seguramente en un rato estará saliendo y tiene que salir lo mejor informada posible.
Gil Vidal remarca que datos de servicio, como la información meteorológica o el estado del tránsito, resultan sustanciales al inicio de cada jornada. Además, “a esa hora, hay un montón de cosas que están pasando en el mundo; son cuatro horas más en Europa y de seis a ocho horas más en Medio Oriente”.
-El análisis de la coyuntura internacional es una de tus especialidades. Desde ese punto de partida, siempre es interesante la decodificación que hacés de la realidad argentina en el contexto del mundo.
-En la Argentina hemos tenido un déficit bastante marcado; el argentino, aunque no tanto hoy, ha vivido para mirarse al ombligo, entonces casi nada le interesaba de lo que pasaba afuera. Quizás, tenemos tantos problemas que no contamos con tiempo de mirar otras cosas, entonces no entendemos que aquello que sucede en otros lados puede terminar afectándonos. Ahora bien, hablamos de “decodificar”, eso implica hacerlo más sencillo; no simplificar, pero no llenar a la gente de datos abrumadores, lejanos.
-Padecemos las consecuencias o disfrutamos las mieles de ese contexto internacional, no estamos al margen.
-Las primeras muestras las tuvimos en los años 90, cuando la política y la economía se abrieron a determinadas experiencias y alianzas con los Estados Unidos y Occidente. Sin entrar a considerar si en ese momento eso estuvo bien o mal realizado, fue un hecho balsámico en torno a la inflación, pero nos conectó con el Efecto Tequila, Efecto Arroz, Efecto Caipirinha. Pongo un ejemplo personal, en ese tiempo, mi esposa y yo sacamos un crédito para comprar una casa y nos terminó saliendo tres veces más, porque esos efectos nos terminaron afectando. Caramba, el mundo existía y lo vengo a pagar así.
-Fue palpable.
-Los ciclos de la Argentina hicieron que luego se encerrase de nuevo y hoy parece abrirse a nuevas experiencias. La economía más libre o abierta nos va a dar un montón de beneficios y también nos va a someter a otras cosas, lo que hay que tener es la información y es nuestra responsabilidad en cuanto a ofrecerla.
-¿Cómo te ha acompañado la marca LA NACION en tu vida?
-Nací en el Centro Gallego y viví hasta los doce años en Lanús. Luego mi familia se mudó a una casa en Almagro. En esos años, mi papá seguía el Fontana Show, lo recuerdo afeitándose y escuchando a Cacho Fontana, y también seguía las transmisiones de (José María) Muñoz. Y, en cuanto a los diarios, mi papá traía LA NACIÓN y el vespertino La Razón.
-La Quinta o la Sexta.
-La Quinta o la Sexta. A veces, si sucedía algo especial, podía comprar La Prensa. Recuerdo que, de chico, lo primero que leía eran las páginas sobre deportes. Podría decir que LA NACIÓN me ha acompañado casi desde que comencé a leer.
–Magdalena Ruíz Guiñazú decía “nadie se acostumbra a amanecer a las 4.10 de la mañana”, aunque ella lo hizo toda su vida. En tu caso, también estás habituado a madrugar. ¿Cómo estructurás tu día de acuerdo con este horario?
-Me trae el recuerdo de la más grande que conocí, con todo el respeto a otras colegas. Cuando recibí un (premio) Martín Fierro de radio, hacía poco que ella había muerto y fue a la primera a la que se lo dediqué, fue a su memoria. Puedo contar de primera mano cómo era “Magda” a las cuatro y media de la mañana. Nosotros estábamos terminando el noticiero de Radio Continental cuando ella llegaba para arrancar su programa a las seis. A esa hora, lucía radiante, impecable, maravillosa. Si se acostumbraba, o no, no es una materia en la que me hubiese fijado. Era una mujer increíble, una compañera extraordinaria, de una humildad notable; era el pedazo de periodista que era, inigualable, así lo fue hasta el último de sus días. Entonces, no sé si uno se acostumbra o no; ella, con todo lo que era, se acostumbraba y le sobraba.
-¿Cómo se construye credibilidad? ¿Vivenciás esa credibilidad que inspirás en la audiencia?
-Soy consciente parcialmente; compañeros y referentes me lo hacen saber, seguramente con mucho cariño. No creo que haya un secreto para construir, me parece que para eso están las trayectorias, no hay trampa ni cartón; está expuesto, es lo que ves. Soy una persona de perfil extraordinariamente bajo.
-Extremadamente bajo.
-No lo hago por pose, me sale así. La gente entiende, comprende eso y ve el desarrollo de las cosas, se da cuenta de que, a lo largo de los años, se mantiene una conducta, un estilo, una forma. En términos generales, está hecho con honestidad intelectual y ahí podés tener el resultado.
-Infancia en Lanús, luego mudanza a Almagro, un padre que compraba los diarios. ¿Cómo germinó la vocación?
-Hay mucho de ejemplo hogareño y también de fortuito. Papá compraba los diarios y era de leer, aunque no tenía una gran escolaridad, era inmigrante de Galicia, de un pueblo muy chiquito.
-¿A qué se dedicaba?
-Tenía un bar, había empezado como camarero en el año 1948.
Gil Vidal recupera los tramos de la vida de su padre que no son otra cosa que la elaboración de su propio destino: “La familia de mi padre lo puso a salvo de la Guerra Civil y lo mandó a Portugal; después lo pagó caro porque, cuando volvió, terminó en un campo de concentración franquista, pese a que no tenía militancia”.
Aquel padre “obsesivo a la hora de aprender”, pisó Lisboa a los 17 años. A orillas del río Tajo conoció el oficio de camarero y los secretos del negocio gastronómico. Luego del regreso a España, y tras su paso por el confinamiento impuesto por Franco, en 1948 decidió que Buenos Aires era el puerto que lo esperaba. “Tenía una voluntad inquebrantable y capacidad de trabajo. Empezó como camarero y llegó a tener su propio negocio, hasta 1995 en que se volvió a su España natal junto a mi mamá”.
Si el destierro lo aferró a una nueva patria, desandar el camino inverso era una asignatura a cumplir: “Siempre tuvo en su mente volver y contarnos a mi hermano y a mí dónde estaban los secretos familiares; de hecho, conozco la casa paterna”. El periodista también ubicó el lugar donde nació su madre. “He recorrido esos pueblos, conformados por casas de piedra, infinidad de veces; eran de una España muy empobrecida”.
Ese padre, que había pasado penurias, se inquietaba ante Pepe, que solía pasarse horas jugando a la pelota: “Tenés que estar sentado leyendo, traigo libros y diarios”, le reclamaba.
De ese árbol genealógico viene. El relato de ese camino fue la argumentación para pensar en estímulos y entender el nacimiento de una vocación que fue despertando de a poco y que tuvo un punto de quiebre definitorio: “Una tarde de sábado, ya viviendo en Almagro, mi mamá, mientras estaba arreglando una ropa, miraba en televisión Sábados circulares de Mancera”. Aquel hábito, que se multiplicaba en millones de hogares argentinos, fue definitorio en la vida de un Pepe Gil Vidal que recién comenzaba a abandonar la adolescencia. Sin proponérselo, el recordado espacio de Canal 13 lo marcó.
Aquella tarde de costura y televisión, su madre le preguntó: “¿Qué vas a hacer de tu vida? Terminaste la secundaria y no te veo con ningún rumbo”. Pepe no supo qué responder, pero ella, rápidamente, le redobló la apuesta con una inquietud que resultaría trascendental: “¿No te gustaría ser como ese señor?”, y le señaló la pantalla, en la que un exultante Nicolás Mancera desarrollaba su virtud para timonear uno de los primeros programas ómnibus que tuvo la televisión argentina. “Interesantísimo, pero no sé, dejame pensarlo”, respondió él.
-Hasta ese momento, no habías dado indicios de una vocación.
-Nada, pero sí tenía cierta facilidad de palabra, expresión… Me desenvolvía adecuadamente a pesar de ser tímido. Mi mamá habrá visto esas características, pero mi estilo no tenía nada que ver con el de Pipo.
Con todo, peripecia del destino mediante, aquella pregunta de su madre lo llevó a plantearse la posibilidad de desarrollar una carrera periodística: “Ingresé al Círculo de la Prensa, aunque no estaba tan avanzado el estudio del periodismo”. Al tiempo, también por sugerencia de alguien que observó sus dotes vocales, ingresó en el Cosal para cursar locución. En seis años terminó las dos carreras.
“La primera puerta que golpeé fue en Radio Continental”. Allí encontró una vacante en la redacción del noticiero, bajo las órdenes de Alfredo Vega. “También era el jefe de Política de LA NACIÓN”. Los caminos, a veces, confluyen. “Fue una vocación descubierta a los manotazos”, reconoce, aunque no por ello ha dejado de desarrollar una intachable trayectoria profesional. “La formación también me fue llevando a eso”.
Finalmente, se permite pensar en voz alta algunas características de su trabajo público que no resultaron contradictorios con su perfil: “En primer lugar, soy un tipo tímido, y, en segundo lugar, vengo de un lugar con fundamentos de mucha humildad y trabajo; son cosas que aprendí de mis viejos. Nunca nos faltó nada, pero todo era muy austero”.
Antes de despedirse, también encuentra alguna clave de su ADN en las actividades que desempeñó: “No nací al trabajo en un estudio de televisión o de radio, o en una redacción; hice muchas cosas en mi vida”.
-¿Por ejemplo?
-Lavar copas, trabajar en corralones de materiales, ser administrativo, ayudar en el negocio de mi papá, servir café, y, en España, mientras era lavacopas, también trabajaba como traductor de inglés. Eso te pone en tu lugar. Para mí no es un tema afrontar una vida pública siendo una cara conocida. La gente se me acerca con mucho respeto y yo les respondo. Si en alguna etapa de la vida de la Argentina, las expresiones quisieron ser un poco más agresivas, o con menos afecto, los escucho y ahí me quedo, sin ningún tipo de problemas.
Se aleja de la redacción de LA NACIÓN con una expectativa aspiracional en torno a +Mañana, espacio que, desde este lunes 10 de febrero, acompañará el amanecer desde LN+: “La gente sentirá que, si no nos sintoniza, estará a punto de perderse algo”.
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