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El verano es una época fascinante para los jardines. Sin embargo, esta estación de crecimiento veloz también trae de la mano algunos desafíos significativos que pueden desdibujar en tiempo récord la belleza de nuestro esfuerzo.
La pasión por la jardinería puede verse empañada por una serie de errores comunes que, si no se previenen, pueden llevar al fracaso del jardín en un abrir y cerrar de ojos. Es crucial tomar algunas medidas para proteger nuestras plantas de las adversidades estacionales.
Uno de los errores más frecuentes se relaciona con la falta de planificación y conocimiento sobre las necesidades específicas de cada especie.
Muchas veces se eligen con entusiasmo plantas sin considerar factores como el tipo de suelo, la exposición al sol o los requerimientos hídricos.
Este verano es crucial aprender de los errores del pasado para cultivar un jardín saludable que florezca en todo su esplendor
Esta falta de atención o de conocimiento sobre las necesidades de cada especie puede resultar en un jardín disfuncional, donde algunas plantas prosperan mientras que otras languidecen.
Comprender la ecología de cada planta es fundamental para asegurar un entorno saludable y equilibrado.
Como regla general, la inclusión de especies nativas o aquellas que estén adaptadas a las condiciones locales no solo facilitará el mantenimiento, sino que también atraerá a polinizadores y fomentará la biodiversidad en el jardín.
La clave está en saber cuándo y cómo regar, utilizando técnicas que favorezcan una hidratación profunda y adecuada, evitando así el riesgo de enfermedades fúngicas o la pudrición de las raíces.
El riego abundante y menos frecuente estimula el desarrollo de raíces profundas, que formará plantas más sanas y resistentes a la sequía. También es importante regar por la mañana temprano o por la tarde, para evitar la evaporación del agua de riego.
La estrategia de riego debe ser una danza sutil entre la necesidad de agua y el respeto por el ciclo natural del suelo
A mediados del verano también conviene podar enredaderas y trepadoras como jazmines y glicinas, de esta manera mantenemos su forma y promovemos una floración abundante.
Los arbustos que florecieron durante la primavera también se deben podar en verano para sacar ramas viejas que permitan renovarlos y tener una explosión de flores la próxima temporada.
En los rosales, si no se sacan las flores pasadas no se estimulan nuevas floraciones, por lo tanto, con buen mantenimiento y poda, tendremos flores hasta entrado el invierno.
Restos de poda, hojas y residuos de cocina se descomponen con mucha rapidez en verano. El calor del verano acelera la actividad microbiana en el compost ya que los microorganismos responsables de la descomposición prosperan en condiciones cálidas.
Durante el verano, hay una abundancia de residuos orgánicos disponibles, como recortes de césped, restos de frutas y verduras, y hojas secas.
Las semillas recolectadas se conservan en bolsas de papel etiquetadas para continuar con el ciclo de siembra el próximo otoño.
LA NACION
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