Las primeras tres noches después de la lluvia calamitosa en Bahía Blanca, Lucía Muñoz (39) no durmió. La cuarta, cuenta, soñó que se le “derrumbaba todo” y salió a comprobarlo, no muy lejos de su cama: bastó que se asomara a la puerta de su casa, ahora que vive al borde del barranco en que se convirtió su vereda y la calle completa.
Lucía, como su padre Héctor (63), trabajan en Sapem Ambiental, la empresa recolectora de residuos de la ciudad. Toda su familia vive en la cuadra de la calle Misioneros al 2100, en el barrio Stella Maris, ubicado entre el Hospital Penna y el barrio Villa Hipódromo, “más copetudo”, describe un vecino.
La calle es una muestra de la furia con que el agua arrasó con todo aquí: la socavó dos metros, tumbó un árbol añoso, barrió cañerías. Arrebató hasta el sueño de los vecinos.
Calles, rutas, puentes, vías, casas, comercios, escuelas, hospitales, sistemas hídricos, maquinaria, autos, camiones, la infraestructura que sostiene a 400 mil habitantes en emergencia. Y una cifra de dinero perdido muy difícil de ponderar, así como el tiempo que llevará la reconstrucción técnica, económica y anímica de toda una ciudad.
Después de la destrucción, Bahía Blanca encauza todos sus esfuerzos para recuperar su pulso, su cotidianidad y sabe que, luego del aluvión solidario, necesitará “acompañamiento por mucho tiempo”.
Esta localidad portuaria, industrial y cultural del sur bonaerense atraviesa un momento crucial después de una inundación que la horadó profundamente, y no se trata solo de volver a cómo eran las cosas aquí, sino de reconstruirse mejor, más resistente: ¿Cuál es el plan? ¿Llegó la ayuda económica prometida? ¿Cuáles son los desafíos?
Apenas el agua escurrió, después de las imágenes que mostraban calles por las que el agua corría como ríos y el número de víctimas fatales crecía a 16, técnicos de hidráulica de la Provincia de Buenos Aires comenzaron a trabajar sobre la cuenca que no soportó la lluvia récord que cayó en cuestión de horas.
Para empezar, según confió una fuente abocada a la reconstrucción, los técnicos sobrevolaron la cuenca de los arroyos Maldonado y Napostá hasta la ría de Bahía Blanca que desemboca en el mar.
“Se trata de drones equipados con cámaras que toma imágenes de alta resolución para conformar un ortomosaico, un mapa georreferenciado, detallado y con precisión centimétrica”, explicó la fuente.
Con ese trazado, que permite medir niveles, leer el relieve del terreno, los ingenieros resolverán cuáles serán las obras hídricas que se ejecutarán.
Los resultados aún no se conocen aquí, tal vez apenas un indicio: “El canal está tan deteriorado que evalúan hacerlo todo de nuevo“, confió. Se refiere al canal del arroyo Maldonado, que nace en el Sistema Ventania; las losas, las que recubren el lecho y las paredes, sufrieron grandes daños. Desde el gobierno bonaerense hicieron saber que para semejante obra destinará 80.000 millones de pesos.
Según vino a anunciar a esta localidad el mismo gobernador Axel Kicillof, en total la Provincia aportará 273.000 millones de pesos. Eso incluye líneas de créditos blandos (con tasa subsidiada y 12 meses de gracia; hasta 10 millones de pesos para familias y hasta 40 millones de pesos para empresas), pavimentos, desagües, alumbrado público, y 22.000 millones de pesos para reparar y poner en funcionamiento el Hospital Interzonal General de Agudos José Penna.
Se trata del hospital del que debieron ser evacuados los bebés internados en neonatología y los pacientes en terapia intensiva en medio de la inundación. Es el hospital que más daños sufrió y el que da soporte a 15 partidos de la región sanitaria. El Hospital Privado del Sur también sufrió daños severos.
El Gobierno nacional también prometió ayuda, lo hizo el presidente Javier Milei en una visita relámpago al distrito. Habló de la creación de un fondo especial para asistir a los damnificados “de manera directa, proporcional, y sin intermediarios”. Lo administrará la Agencia Federal de Emergencias, dependiente de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Pero de momento, aquí, se desconoce de qué manera llegará o cuándo, y el tiempo apremia. Nadie lo dirá abiertamente, por la buena relación que mantiene la intendencia con ambos gobiernos, pero “la preocupación por la demora en la implementación de la asistencia existe“, explicó a este diario una alta fuente de la comuna.
Bahía Blanca es conducida desde 2023 por Federico Susbielles, un ex basquetbolista que se inició en la política en el ARI de Elisa Carrió en 2002 y, tras tres derrotas en las urnas, en 2023 llegó a la intendencia en por Unión por la Patria (UP). Fue interventor de la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) y luego se convirtió en su presidente.
Aquí dicen que, como ex deportista de alto rendimiento, “trabaja en equipo y es un gran líder”. Todos los días, excepto este último domingo, en que reunió “a la mesa chica”, encabeza las reuniones del comité de crisis.
Una crisis que aquí, saben, se prolongará en el tiempo. Es que el escenario que dejó el desborde de los canales es catastrófico. No hay barrio que no haya sido afectado. Miles de calles y sus servicios -cloacas, agua, gas, luz- barridas, como la de la familia Muñoz, que entiende que su problema como los de Bahía no se resolverán de un día para el otro.
Abrió una herida que no se mide en pesos ni en caudales de agua, hay miles de familias que lo perdieron todo, comerciantes quebrados a tal punto que desde la asociación de comercio temen que el 40% no vuelvan a abrir sus puertas.
El parque automotor quedó destrozado; las pólizas no convalidan los daños por inundación. Hay puentes caídos, vías del ferrocarril retorcidas como si fueran de caucho y una cadena productiva que intenta retomar el ritmo. Habrá que pensar también en la reconstrucción emocional de una comunidad golpeada. Las dimensiones de la tragedia son inconmensurables.
EMJ