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San Fernando del Valle de Catamarca
12 febrero, 2025

No hay planeta B. El mundo bajo humo y cenizas

Incendios en Argentina, Estados Unidos, Brasil. En común: olas de calor más intensas, intereses burgueses y una ultraderecha en el poder, negacionista de la crisis, ajustadora, dando luz verde a quienes destruyen el planeta. Tras el año más cálido registrado, según datos del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Comisión Europea, 2024 superó por primera vez el umbral de 1,5ºC por encima del promedio previo a la Revolución Industrial.

El calentamiento global avanza cada día. Si bien todavía hay quienes lo niegan, sus efectos son palpables en todo el planeta. Son, principalmente, las poblaciones más pobres en zonas vulnerables las que sufren las peores consecuencias. No podemos cerrar los ojos ante esta realidad. El límite pactado en el Acuerdo de París está lejos de ser suficiente para revertir el rumbo de la destrucción ambiental, pero representaba al menos un compromiso de las élites económicas y políticas para reducir la velocidad de la catástrofe y salvaguardar sus propios negocios.

La quema de combustibles fósiles y la ganadería intensiva son los principales responsables del calentamiento global. Esto no solo implica olas de calor más intensas, sino también cambios en la vida marina, lluvias más fuertes y prolongadas que provocan inundaciones, como las ocurridas en el sur de Brasil y en Valencia (España) el año pasado. También conlleva el derretimiento de glaciares y capas de hielo, lo que eleva el nivel del mar, y la liberación de virus y bacterias atrapados en el permafrost, con el potencial de generar nuevas enfermedades.

A comienzos de 2025, el futuro no parece ofrecer un mejor escenario. En distintos lugares del mundo se evidencia que el clima no está en su estado habitual, y las previsiones indican nuevas catástrofes climáticas. Esto agrava lo que ya se conoce como un nuevo flujo migratorio: el de los refugiados climáticos.

Si migrar ya enfrenta resistencias por parte de los líderes de los países centrales del capitalismo, con la expulsión forzada de miles de familias, la tendencia es que se endurezcan las políticas y se cierren aún más las fronteras a quienes pierden todo en minutos u horas debido a eventos climáticos extremos.

En la disputa contra la extinción, tenemos enemigos declarados

A pesar de las sucesivas crisis provocadas por la lógica de ganancia del capital, en menos de 25 años todo esfuerzo por revertir la situación se ha desvanecido. Las potencias mundiales no dan señales de cambiar el rumbo. Las previsiones más alarmistas de hace unos años ya han sido superadas con creces y vivimos el peor escenario que se esperaba para el final de este siglo.

Mientras tanto, los multimillonarios buscan formas de escapar a Marte, dejando atrás los estragos de su acumulación de riqueza. Este es el proyecto capitalista: extraer todos los recursos posibles antes que sus competidores. La explotación no tiene límites, solo obedece a las leyes del lucro. Los gobiernos aprueban leyes que benefician a sus amigos ricos, mientras estos invierten más en inteligencia artificial que en preservar la vida y los saberes de la humanidad.

En lugar de reconocer la emergencia climática, el nuevo presidente de Estados Unidos, en sus primeros actos de gobierno, declaró emergencia energética para favorecer los intereses de las grandes petroleras.

Trump, Milei y otros líderes de la derecha niegan el cambio climático, culpan de las tragedias a sus enemigos políticos, a los pueblos originarios o incluso a la propia naturaleza. Son teóricos de una conspiración reaccionaria que sostiene que fuerzas ocultas buscan perjudicarlos. En realidad, su único interés es proteger el negocio de unos pocos y perpetuar la explotación de millones.

En Argentina se incendia la Patagonia y el Litoral, pero el gobierno decide construir como chivo expiatorio a la comunidad mapuche para ocultar su responsabilidad y complicidad en los incendios antes que destinar los fondos necesarios para combatirlos. Negacionismo, ajuste y negocios son la verdadera causa de los incendios.

Como vimos en las últimas semanas, los políticos tradicionales están alineados con los multimillonarios en todo el mundo, haciendo sus negocios como en los últimos 200 años. La presencia de los hombres más ricos del mundo tras Trump en su asunción es la evidencia de que han elegido el camino de la extinción, priorizando el lucro sobre todas las formas de vida.

Ecosocialismo porque es necesario

Frente a este proyecto de “sálvese quien pueda” ante el colapso climático, tenemos una respuesta clara: el ecosocialismo es la única alternativa para evitar la extinción de las especies en la Tierra, incluida la humana. Nuestra tarea principal es interrumpir de inmediato la dinámica que nos ha traído hasta aquí: el capitalismo es el motor de la tragedia que estamos presenciando.

No hay salvación individual; solo colectivamente podemos generar los cambios necesarios. La dura realidad es que, incluso con un cambio inmediato, la mayoría del planeta ya vivirá bajo las consecuencias del calentamiento global. Volver a niveles de temperatura seguros llevará tiempo. Se necesitan más que medidas individuales o buenas intenciones de corporaciones y gobiernos “verdes”.

Solo con una nueva base económica y social podremos garantizar condiciones de vida dignas para todos. El poder político debe estar en manos de los millones de trabajadores afectados por la crisis climática, no de una minoría que nos considera piezas desechables en su maquinaria de acumulación.

Un sistema verdaderamente democrático y racional, basado en la planificación social y la participación directa del pueblo, puede generar los cambios urgentes que necesitamos. No podemos permitir que la riqueza y el poder, fruto de nuestro trabajo, sigan siendo apropiados por unos pocos que se niegan a protegernos de las consecuencias de su avaricia.

Hoy contamos con todos los recursos necesarios para reorganizar la sociedad: la producción de bienes y alimentos, la tecnología y la capacidad de crear sistemas sostenibles. Para ello, hay que tocar los intereses de los amos del mundo, expropiar a las corporaciones del petróleo, el gas y el carbón. Llevar adelante el desarrollo estatal bajo control social de una matriz diversa de energías limpias y renovables.

Es totalmente equivocado el enfoque que supone que la solución pasaría por darle otro combustible energético, limpio y renovable, al sistema productivo y de consumo actual. Por eso, hay que estatizar todos los servicios públicos privatizados bajo control social, extender el transporte público, reducir la jornada laboral, distribuir el trabajo necesario entre toda la mano de obra disponible y utilizar la innovación tecnológica para la producción de valores de uso.

Necesitamos un gobierno ecosocialista que vincule el desarrollo humano con las necesidades urgentes de la población: ciudades con menos asfalto para evitar inundaciones, financiación para la investigación científica pública, fortalecimiento de los servicios de emergencia como bomberos, defensa civil y salud.

Nuestra salida es un cambio radical hacia el socialismo. Solo la planificación social bajo el control de los trabajadores puede guiar a la humanidad por otro camino. La consigna “ecosocialismo o extinción” es hoy más clara que nunca. La puerta de la extinción ya está abierta y sus consecuencias son evidentes. Luchar por el ecosocialismo es luchar por un futuro respirable, posible y digno para todas las personas.

Lucas Finger

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