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San Fernando del Valle de Catamarca
23 agosto, 2025

India no ha logrado resolver la cuestión agraria y Trump la castiga por eso

India y Estados Unidos son dos de las tres mayores economías agroalimentarias del mundo (la tercera es China), pero mientras que la superpotencia norteamericana produce esa inmensa masa de agroalimentos con sólo 800.000 farmers, cuya productividad es la mayor del sistema global, India necesita 700 millones de agricultores para producir algo similar.

Por eso es que India necesita aranceles de 120% / 80% / 70% que son los más elevados del sistema global.

A ésto se refiere Donald Trump cuando afirma que la mayor parte de la producción india es “una economía muerta” incapaz de innovar y acumular.

De ahí que el mandatario norteamericano le haya impuesto a India un arancel combinado de 50%, 25% en concepto de “aranceles recíprocos” y otro 25% como una sanción geopolítica por ser uno de los dos grandes compradores de energía de Rusia.

Dice Jean Bodin que “la esencia de la soberanía es el ejercicio arbitrario del poder”.

Lo asombroso es que un país en estas condiciones, que tiene clausurado el acceso a casi 30% de su producto bruto interno, le haya impuesto a EE.UU. un déficit comercial de U$S 67.000 millones en 2024, con un comercio bilateral de poco más de U$S 200.000 millones anuales; y esto ocurre entre la primera y la cuarta economía del sistema global.

Trump se niega a aceptar que India mantenga cerrados sus gigantescos mercados agroalimentarios a las exportaciones estadounidenses, y rechaza como irrisorio y absolutamente ajeno a la mentalidad norteamericana el argumento de Narendra Modi de que está obligado a proteger el status quo de su incapaz de competir producción doméstica.

Trump se especializa en quebrar el status quo en todas partes al mismo tiempo y ahora se ha concentrado en la India.

De ahí que, con toda naturalidad, Trump le exija ahora a Narendra Modi que rompa el status quo y transforme en competitiva su producción doméstica. Los problemas sólo pueden resolverse a través de un superior nivel de productividad. Esto para Trump es cuestión de sentido común y los argumentos místicos o culturales no lo impresionan.

Hay que advertir que éste es un camino que Narendra Modi ha intentado y ha fracasado rotundamente frente a una virtual insurrección campesina que se desató entre 2020 y 2021, y que hizo que el gobierno de Nueva Delhi retrocediera nítidamente sin ambigüedad de ningún tipo.

El gobierno indio aprobó en 2020/2021 tres leyes que habilitaban a las compañías privadas a comprar directamente las cosechas de los productores, con el objetivo de mejorar sus ganancias con mayor libertad de acción, y comenzar así un proceso de acumulación e innovación tecnológica que les permitiera competir.

Los 700 millones de productores del subcontinente rechazaron rotundamente esta innovación, y exigieron permanecer exclusivamente con el Estado como único comprador a precios fijos del país creado en 1947, tras dos siglos de dominación británica, por Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru.

Todo el sistema de vinculación entre el agro indio y las estructuras estatales es un ejemplo acabado de parálisis burocrática y de una elevada y sistemática corrupción.

Esto explica porque el mayor intento de reforma de Narendra Modi fue derrotado por sus propios beneficiarios; y desde entonces la parálisis agroalimentaria de la cuarta economía del mundo ha sido prácticamente total. Y entonces llegó Donald Trump, el experto en quebrar el status quo, tanto en EE.UU. como en el sistema mundial.

Hay un ejemplo histórico que es imprescindible traer a colación. El hecho fundamental que permitió la conversión de China en la segunda economía del mundo (U$S 18,6 billones / 19% del PBI global) y la única capaz de disputar la primacía tecnológica con EE.UU., fue que el proceso de reformas que comenzó en 1978 liderada por Deng Xiaoping, cuando volcó el país al capitalismo y a la globalización, fue la prioridad absoluta que otorgó a la transformación del agro chino con sus 5.000 años de historia, antes que a la industria y a las ciudades. “Todo gira siempre en China – le dijo Mao Tse Tung a André Malraux – sobre la primacía del campesinado y la ruralidad”.

El hecho de que China creciera durante más de 30 años a una tasa acumulada de 9,9% anual – el nivel más elevado en el periodo más prolongado de la historia del capitalismo desde la 1° Revolución Industrial (1780/1840) – se debió exclusivamente a la previa resolución de la cuestión agraria. En los procesos históricos verdaderamente decisivos el orden de los factores es esencial al producto.

Todo depende ahora de lo que haga Narendra Modi y su gobierno en los próximos días, meses y años, en los que deberá actuar sobre la premisa de que su principal rival geopolítico en el continente asiático, que es la República Popular, ya ha sellado un pacto de cooperación y potencialmente de asociación con EE.UU.; y que Xi Jinping y Donald Trump, ese gran destructor del status quo, acordaron que el mandatario estadounidense viaje a Beijing, probablemente este año y en el mes de octubre.

El tiempo apremia para el país de la civilización sin tiempo que es India, la cuarta economía del mundo que pronto será la tercera.

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