Tal como se esperaba, en su discurso inaugural el presidente Donald Trump prometió restaurar su nación como la más grande, poderosa y respetada del mundo. “La edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”, afirmó, marcando una clara diferencia con los cuatro años de gestión del demócrata Joe Biden.
Nunca como ahora ha sido tan cierta la remanida frase de que la llegada de un nuevo inquilino a la Casa Blanca podría cambiar el orden mundial, con el agregado de que la democracia de Estados Unidos se enfrentará a una de sus más grandes pruebas.
Luego del arrollador triunfo electoral de noviembre pasado, que le dio una legitimidad popular de la que no había gozado en su anterior mandato, Trump tendrá mayoría en ambas cámaras del Congreso, con una Corte Suprema de mayoría conservadora.
Sus primeras medidas ratifican y ejecutan sus promesas de campaña. Entre otras, firmó indultos para personas condenadas por participar en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, revocó la salida de Cuba de la lista de Estados promotores del terrorismo que recientemente había dictado su antecesor, firmó órdenes ejecutivas para retirar a los Estados Unidos del acuerdo climático de París y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), suscribió un decreto que puso fin al teletrabajo para los funcionarios federales y solicitó la declaración de los carteles de la droga como organizaciones terroristas.
Paralelamente, declaró una emergencia nacional que autoriza el uso de las fuerzas militares en la frontera con México y habilitó negar la ciudadanía a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos en territorio estadounidense. Con relación a Tik Tok, firmó un decreto suspendiendo por 75 días la aplicación de la ley que prohíbe esa plataforma en el país. No menos polémico resultó su anunció de que Estados Unidos reconocerá solo dos géneros: masculino y femenino.
Con respecto al área energética, declarará una emergencia nacional para impulsar la producción de energía en su país, con medidas destinadas a aumentar la extracción de petróleo en Alaska y a reducir los precios del crudo, al tiempo que prometió aumentar las perforaciones devolviendo el protagonismo a los combustibles fósiles y suspendiendo los proyectos de energía eólica “que arruinan el vecindario”, dijo.
En materia de política exterior, abordó cuestiones por demás controvertidas como la recuperación del Canal de Panamá, cuyo control por parte del país centroamericano no le parece adecuado, y el cambio del nombre del Golfo de México por Golfo de América.
Sus temerarios anuncios sustentados en imprecisos argumentos para anexar a Groenlandia y fusionar a Canadá encajan a la perfección con su estilo de liderazgo, que el mundo ya le conoce.
Cuestiones como migración, narcotráfico, seguridad y lo que pasa en Cuba y Venezuela, sobre todo luego de que Trump reconociera a Edmundo González como presidente electo, aparecen en la agenda con América Latina.
Sus primeras medidas y los nombramientos de quienes integran su gabinete ponen al mundo en guardia contra posibles abusos de poder. ¿Podrá el sistema de contrapesos diseñado como antídoto para autoritarismos y totalitarismos presidenciales ser efectivo esta vez?
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