lunes, 30 de junio de 2025 10:00
Julián Weich fue uno de los invitados destacados en la reciente “mesaza” de Mirtha Legrand, donde compartió una insólita experiencia personal que dejó a todos sorprendidos. El conductor y actor abordó la particular vida que lleva Jerónimo, su hijo, descrito como “hippie”, y el singular viaje que emprendió para reencontrarse con él.
Legrand, curiosa, preguntó directamente al presentador: “¿Vos te fuiste a vivir con él? ¿Es cierto?”. El relato que siguió desveló que su hijo se hizo “hippie de golpe y se fue de mochilero”. Durante su travesía, Jerónimo aprendió a hacer malabares y recorrió hasta México.
El presentador reveló que la idea del viaje surgió cuando le plantearon a su hijo la posibilidad de regresar a casa, y él manifestó su deseo de volver. Fue un amigo quien sugirió a Weich que fuera él quien visitara a su hijo. Así, el conductor decidió embarcarse en esta aventura a sus 50 años.
“Me fui diez días con la mochila a vivir su vida”, contó. La experiencia incluyó vivir en la calle en Panamá, donde Jerónimo hacía malabares y el conductor pasaba la gorra. El actor destacó que, al no ser reconocido allí, no tuvo problemas con esta dinámica.
Durante esos diez días, durmieron en diversos lugares como un parque nacional, la playa y un hostel, alojándose donde su hijo solía hacerlo. La experiencia, que calificó de “espectacular” y “alucinante”, ocurrió hace nueve años, cuando él cumplió cincuenta.
Legrand comentó que debía ser una situación “dura” y “difícil”. Sin embargo, el periodista aclaró la diferencia crucial: “Una cosa es vivir en la calle por elección, hay gente que vive en la calle porque no tiene otra”.
El actor enfatizó que su hijo eligió esa experiencia de vida con pleno conocimiento de que contaba con el apoyo de sus padres. Esta distinción subraya la naturaleza voluntaria de la vivencia de Jerónimo, a diferencia de aquellos que no tienen alternativa.
La conmovedora historia de este padre que se sumergió en el mundo de su hijo para entenderlo mejor, es un testimonio de apoyo familiar incondicional. Weich se puso “a disposición de lo que había que hacer” durante esos “diez días alucinantes”.